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Lollapalooza Argentina: los highlights de tres jornadas vibrantes

La octava edición local del festival trajo música para todos los gustos

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Este 17, 18 y 19 de marzo se llevó a cabo en el Hipódromo de San Isidro la octava edición del Lollapalooza Argentina. El festival, creado por Perry Farrell en Los Ángeles en 1991, desembarcó en suelo nacional allá por 2014 para convertirse en una experiencia completa que abarca al arte en general, la gastronomía y la moda. Como sinónimo de éxito absoluto, 330.000 personas disfrutaron de esta gran celebración de la música. ¡Te contamos cuáles fueron las presentaciones imperdibles!:

Chano y el regreso de Tan Biónica

Desde que el nombre de Chano apareció en la grilla del festival se ganó, sin dudas, el podio de las grandes atracciones de la primera fecha. Luego de una seguidilla de situaciones difíciles por las que atravesó el músico en el último año y medio, la recaída que tuvo tan sólo una semana atrás alarmó a los fanáticos, quienes entendían que su recuperación era una prioridad que podía significar aplazar el ansiado concierto. Pero Chano, aferrado a la segunda oportunidad que le dio la vida, prometió hacerse presente en la noche del viernes para hacer lo que mejor sabe: inundar la inmensidad del Hipódromo con temas coreables de principio a fin. Y cumplió. Ni bien sus pies se posaron sobre el Flow stage, se desató un enorme griterío, combustible que puso a andar media hora de su repertorio solista de la mano de Amor y Roma, Oración al Sol, Mecha, Carnavalintro, Naistumichiu y Claramente. Pero, cuando sorpresivamente ningún tema de Tan Biónica había asomado la cabeza hasta ese momento, el popstar hizo un anuncio que revolucionó a la masa humana: la banda volvería a reunirse en tan solo cinco minutos. La cuenta regresiva proyectada en las pantallas junto con el registro fotográfico que repasaba su carrera, fueron la antesala de un regreso tan inesperado como celebrado. Chano, Bambi, Seby y Diega se vieron nuevamente cara a cara tras siete años para traer intactos a ese aquí y ahora aquellos clásicos que, con su corta existencia, marcaron a una generación. Aunque parecía que volver a escuchar en vivo Ciudad mágica, Ella, Obsesionario en la mayor y La melodía de Dios era un regalo insuperable, el frontman subió la apuesta al revelar una premisa explosiva: La última noche mágica será el concierto con el cual el “piberío biónico” podrá reencontrarse (¿y despedirse?) con sus ídolos oficialmente. La cita será en un estadio porteño próximo a confirmar y ya es una de las grandes noticias para la escena local en este 2023.

Yungblud y el punk centennial

La corta carrera de Dominic Richard Harrison -bautizado artísticamente con Yungblud en honor a la juventud que corre por sus venas- es inversamente proporcional a su dominio tanto arriba del escenario como mano a mano con el público. La segunda fecha del festival fue la ocasión perfecta para hacer gala de estos dotes y dar el golpe adrenalínico que el Lolla estaba necesitando. El mal trago de la presentación suspendida en la edición de 2020 a causa de la pandemia fue el motor que lo impulsó a reencontrarse con sus seguidores un día antes en Camping -espacio ubicado en Recoleta- de forma totalmente gratuita para una previa responsable de avivar la llama que terminó de prender fuego todo en la tarde del sábado. La esencia del punk se hizo presente con las provocadoras Parents, Medication y Anarchist y los ecos de Nirvana se filtraron en el hit Fleabag. La gratitud hacia el fandom, mayormente sub 25, terminó de sellarse gracias a I think I’m OKAY, cover de Machine Gun Kelly elegido por una chica que, cuando su ídolo la invitó a seleccionar el próximo tema, pronunció su nombre al borde de las lágrimas. Con una camiseta de Argentina adaptada a su look y que no le llegaba al ombligo, el británico repitió una y otra vez el placer que le daba visitar nuestro país, prometió volver el año que viene y hasta arengó a la multitud a corear “empanadas”, una de las comidas que lo deslumbró en su estadía.

Usted Señálemelo y el futuro del rock local

La nueva escena del rock nacional brilló en la segunda jornada al ritmo de Usted Señálemelo. Los mendocinos -que vienen de hacer un Obras consagratorio el pasado diciembre completamente sold out- brindaron un show que combatió el calor de un sol que aún no caía. Sonidos vibrantes y un aluvión de personalidad se adueñaron del Flow stage a las 17.45 en punto. Juan Saieg -quien no desistió de lucir su típico pasamontañas pese a las altas temperaturas- y los suyos iniciaron con la flamante (valga la redundancia) Nuevo comienzo y navegaron por distintas zonas de su cancionero con paradas en las esperadas Pana y Agüetas. Las flores sangran, su reciente estreno, fue un verdadero estímulo para mover el cuerpo con sus melodías funkies y distorsionadas. Para finalizar el setlist y en plan de ponerse en el bolsillo al gigantesco predio, el trío decidió compartir el micrófono para cantar a dúo con un sinfín de voces Agua marfil, encantadora balada que hizo que miles de oídos se entregaran a su música allá por 2015.

The 1975 y la conquista masiva

La perfecta confluencia entre espíritu retro y sonidos del nuevo milenio se hizo presente en la noche del sábado gracias a The 1975. Una selección de doce temas encabezados por If you’re too shy (Let me know) pusieron a bailar y poguear en igual medida al público de todas las edades. Con sus rulos ochentosos y una actitud desfachatada, que incluyó la compañía casi permanente de una botella de vino, Matty Healy personificó el ego de un verdadero rockstar que autodenominó a su banda como la mejor del mundo. La tríada de Happiness, Oh Caroline y I’m in love with you fue la elegida para introducir a la multitud en Being funny in a foreign language, su quinto álbum de estudio editado en octubre. Y, aunque la energía que flotaba en el ambiente demostró una recepción más que satisfactoria, San Isidro explotó cuando se escucharon los primeros acordes de The sound. Los británicos supieron mantener la efervescencia bien arriba e intacta durante una hora en donde la frescura pop fue protagonista.

Tame Impala y la fiesta psicodélica

La baja de Blink-182 a causa de la fractura que sufrió en uno de sus dedos el baterista Travis Barker fue un terrible sacudón en el lineup del festival. Como si esto fuera poco, días antes de aterrizar en Buenos Aires, Kevin Parker -vocalista de Tame Impala- también fue víctima de una fractura pero en la cadera producto de correr en una maratón cuya meta no pudo alcanzar. Cuando parecía que el nombre de otro headliner sería tachado, el australiano se mostró contundente en sus redes sociales: “no voy a renunciar a ustedes”, dijo, y sus palabras trajeron tranquilidad a los fans que esperaban su regreso desde 2016, cuando la banda se presentó en aquella edición del Lollapalooza. Con la ayuda de un par de bastones canadienses, el músico plantó bandera en el Samsung stage y, alternando su posición entre de pie y sentado, se entregó por completo a la vibra de un cancionero teñido por el más puro indie rock. One more year fue el pasaporte para iniciar un viaje psicodélico cuya ruta pasó por los grandes himnos de los de Perth. Borderline, Elephant y Lost in yesterday se escucharon con la misma calidad que las versiones de estudio en el marco de una propuesta centrada en la experiencia sónica y las imágenes desbordantes de colores proyectadas en las pantallas fueron un poderoso complemento. Parker no quiso dejar de mostrar sus felicitaciones al campeón mundial y se animó a entonar “Muchaaachos”, dándole el pie a la multitud para completar la letra. En línea con la idea de que ningún seguidor se quedara insatisfecho, Let it happen, Feels like we only go backwards, The less I know the better y New person, same old mistakes fueron el plato fuerte que cerró una presentación que, definitivamente, se aseguró un lugar dentro de las más particulares de este evento.

Twenty One Pilots y el espectáculo multisensorial

La mencionada salida de Blink-182 significó una urgencia que tuvo que ser resuelta por un artista a la altura de que aquel ícono pop punk de los 90. Con casi dos décadas menos de trayectoria pero con la misma actitud arrolladora, Twenty One Pilots se encargó de ocupar el puesto vacante. Tyler Joseph -otro embajador del pasamontañas- y Josh Dun fueron los anfitriones de un show que superó el plano estrictamente musical. Respaldados por el hecho de haber sido parte de las ediciones locales del festival en 2016 y 2019, ofrecieron un setlist atravesado por hits como Chlorine, Ride y Heathens -que pusieron en alto la fusión entre rock, pop y hip hop- condimentado por acrobacias, fuegos artificiales y algunas performances extravagantes. Primero, ambos integrantes del dúo tocaron subidos a plataformas sostenidas por el propio público, locura en la que la batería de Josh no se quedó afuera. Para aumentar el vértigo, Tyler cantó Stressed out y tocó el bajo desde la cúspide de la torre de sonido con la vista privilegiada de un campo impactado por aquella hazaña. Los de Ohio no se quedaron afuera de los homenajes, ya que uno de los temas que encabezó el setlist fue All the small things, éxito indiscutido de la banda comandada por Tom DeLonge que le hizo recuperar el lugar en la grilla, al menos, por unos minutos. Ellos también se sumaron a la tendencia de los festejos por el triunfo mundialista invitando a un trompetista que enardeció a la masa con Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar y que coqueteó con el tango al interpretar Mi Buenos Aires querido. Twenty One Pilots supo calzarse los zapatos de headliner con soltura y sorprendió a una audiencia que, aunque no la tenía en sus planes, la adoptó como favorita.

Billie Eilish y el pop como catarsis

La tercera jornada se encontró, desde temprano, con un Hipódromo colmado por caras adolescentes que sólo esperaban ansiosas ver a una artista: Billie Eilish. La joven, cuya visita estaba pactada para la edición de 2020 que se suspendió pocos días antes de realizarse, tuvo su revancha enmarcada en una de las convocatorias más grandes que vivió Lollapalooza. Con sólo dos álbumes bajo el brazo, la californiana -luciendo de uno de sus característicos outfits deportivos- equilibró efusividad y calma al servicio de un repertorio en el que no faltaron Bury a friend, TV, Everything I wanted, Happier than ever y Bad guy, canciones que saben lo que es encabezar charts mundiales. Reconocida por transformar sus emociones en música, Billie logró conectar íntimamente con la marea humana en cada una de las palabras que eran pronunciadas -en forma de gritos- al mismo tiempo que salían de su boca. Consciente de su baja estatura y decidida a que nadie se quede sin poder verla aunque sea a lo lejos, la cantante hizo buena parte de su actuación sobre un escenario elevado ubicado sobre el Flow stage. La participación de su hermano Finneas -miembro estable de la banda- en las acústicas I love you y Your power desató aún más un delirio que tuvo sus consecuencias, ya que la interpretación debió ser pausada para socorrer a una persona que necesitó asistencia médica. Divertir, conmover y poner a saltar a miles de teenagers fue la premisa con la cual Eilish descolló durante dos horas en un show diagramado de punta a punta, tanto que Goodbye fue el tema encargado de bajar el telón la noche del domingo.

Después de tres días llenos de propuestas variadas para todas las generaciones, las montones de imágenes que quedaron registradas en la retina y las canciones que se instalaron en los oídos en un loop constante, son el incentivo para frenar la ansiedad por conocer, en algunos meses, el lineup que traerá Lollapalooza en 2024.

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