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Entrevistas

Palo Pandolfo: «Sigo anclado en el post-punk»

A 30 años del comienzo de su carrera, el músico desglosa su última gran obra antes de presentarla en vivo y de manera gratuita en la Usina del Arte.

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Palo Pandolfo mira un televisor y pregunta: “¿Cuál es este canal? ¿VH1? Qué grande, ¿no?”. Es la 1 de tarde y están pasando el Unplugged de Charly García completo. “Se lo ve muy bien… muy limpio… muy cuidado”, apunta y se sorprende cuando aparece en primer plano María Gabriela Epumer. “Ella también canta, qué hermosa”, comenta con los ojos hipnotizados.
El trabajo de prensa de su nuevo disco, Transformación, le exige un esfuerzo de tiempo completo pero no parece estar cansado. Recién sale de una radio y todavía le espera una larga tarde de entrevistas con varios medios. Ve que afuera hay sol y lo celebra. Con el dedo índice apunta al sillón de la terraza balcón de las oficinas de S- Music Argentina y en un tono amigable pide que por favor comience charla.
Las palabras y las ideas le brotan del cuerpo. Nada de lo que dice está vacío de contenido y aunque parezca que en algún momento la ramificación de sus frases le hará perder el hilo de la conversación, sorprende con atajos y retoma el camino sin ningún problema. No hay más alternativa que confiar en su muñeca y dejarlo tomar el volante.
—La prensa especializada e incluso vos mismo dicen que Transformación es el mejor disco de tu carrera, ¿por qué?
—Creo que la banda, en sí el colectivo que armamos para este preciso momento, se cuajó de una manera maravillosa. Logramos atrapar ese instante pero lo condujimos nosotros. Hubo un sueño, Transformación fue soñado en vivo. A La Hermandad (la banda que lo acompaña desde Esto es un abrazo, 2013) la sueño en vivo con mi banda anterior en la etapa de Ritual Criollo (2008), cuando decidí mostrar mi lado afro-criollo. La música de ancestros, la llamo. A partir de ese momento tuve la necesidad de formar una banda que me permita incluir mi repertorio viejo, que en vivo siempre estuvo y estará, y tenga el concepto del rock suicida. Necesitaba una banda con un guitarrista eléctrico (Mariano Mieres), un sonido del oeste, una serie de cosas que se constelaron para armar La Hermandad. Una fuerza rockera y un espíritu de sacrificio y locura.
—Y es lo que se nota en Trasformación, es un disco rockero…
—Es que armé La Hermandad para eso… además es el segundo disco de la banda. Es su desarrollo. Está hecha para poner todo en el escenario, para lograr un éxtasis eléctrico. Dos guitarras eléctricas, un sintetizador, una batería que haga (imita el sonido con la boca y mueve todo el cuerpo): ¡da! ¡da! ¡clan!. Un bajo que ponga agudos… ¡gan! ¡gan! ¡gan! Quiero que todo junto suene (forma un círculo con sus manos a la altura del pecho): ¡chan! ¡chan! ¡chon! ¡chon! (se ríe). La música que más me gusta dentro de lo popular y eléctrico es la que tiene más groove, como Kool & the Gang. Todo lo que sea funkie, afro, me cabe. Sumo, ese groove pesado, como Pescado Rabioso o Bowie. Si el blanco no dice algo con la letra… el afro, la cultura del éxtasis, está puesta en el cuerpo y en la expresión que es un símbolo en sí mismo. Cosas que son muy chamánicas en algún punto. Lo africano tiene una vibración sobrecogedora que contacta universos, abre puertas. El blanco tiene que decir algo, tiene que buscar el groove. Por eso va a lo pesado, a lo oscuro, a lo gótico, y ahí llegamos al post-punk que tanto nos encanta y encantó a nosotros. «Madre computadora», uno de los temas del disco anterior, me despierta un poco esa sed y decido ir por más en Transformación. Más rock, más incendio, más furia, más peso, más catarsis sonora.
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—¿Cómo fue la composición de los temas?
—En el último tema que hice para Ritual Criollo descubrí una forma de componer de manera automática, y así hice todo Esto es un abrazo. Apretás play rec y grabás el tema entero, de principio a fin, con letra y música. De huevo, le llamo. Componer de huevo. Como una especie de improvisación genial, o colocada, u horrible. Uno busca la genialidad pero después es torpe, mediocre o mezquino, depende del momento. Pero es agotador componer así. Entonces empecé a buscar primero la melodía, como los Beatles, y utilizando mi tesitura natural. Con tanto Spinetta y García, con tanto Lennon y McCartney, terminás componiendo como agudo. Desde los 12 años compongo en el mismo registro y ahora ya soy un señor con voz de barítono, no soy tenor ni nada que se le parezca. En Transformación compuse muchas de las canciones, como «Drácula», desde la melodía pura y dura, sin guitarra ni nada. Solo la melodía cantada para después buscar la armonía, los acordes que iban ahí. Fue un redescubrimiento. Además compuse cuatro de los doce temas con el nuevo bajista de la banda, Alito Spina, y otros dos con Mariano Mieres. La mitad del disco nace de ahí, de las zapadas en el cuartucho mío de arriba, el estudio chiquito que tengo en mi casa, lleno de instrumentos, consolitas, baflecitos. Guitarra criolla al aire y algún que otro micrófono. Así fuimos grabando bases, ritmos, melodías, cadencias armónicas, riffs… y a partir de ahí construí las letras. Con la vida de padre y todo eso ya no compongo como antes. Si pasaba un mes sin hacer algo me deprimía, sentía que me estaba muriendo y me iba a caer en el abismo. Ahora lo hago más sistemáticamente.
—¿Cómo fue la elección de los invitados?
—La etapa de grabación fue muy intensa. Partimos de una demo cero -me encanta la matemática y ponerle números a las cosas- que se fue desarrollando al punto en que terminamos grabando con la banda en vivo en los estudios Romaphonic. Después hubo mucho trabajo de post-producción, de agregarle cositas, sonidos, ritmo. Me gusta toda esa mierda que te hace mover tipo B-52’s. Nosotros estamos muy anclados en ese lugar, en el post-punk, ¿no? De alguna manera encaramos ese espíritu… mucha actitud. Y ahí es donde se configuran los invitados… y todos ellos nacen de una necesidad estética.  Charly Desidney (productor artístico de Transformación) no es muy amigo de los invitados en los discos pero yo necesitaba agregarle algunos elementos, algo de brillo de estudio. La aparición de las cuerdas era algo inevitable… él las puso en «Crisálida» (se detiene un momento y se ríe). Cuando digo él es por Spinetta, ¿no? Es como mi interlocutor permanente, se me escapó… genial… un fallido de alta calidad. Bueno, como te decía, él las puso en «Crisálida» y logró que una banda salvaje como Pescado Rabioso tenga una orquesta sinfónica de fondo. También está Keane, Coldplay y toda esa nueva camada que tiene grandes canciones con orquestas lindas. Ahí se suman los maestros (Alejandro) Terán, (Javier) Casalla, (Javier) Weintraub y (Lucas) Argomedo. Lo de Hilda (Lizarazu)… bueno… en seguida vi los coros femeninos en «Morel». Es un tema que nuclea a todo el rock argentino y global, te diría. Le dije que quería un coro, escuchó el tema y entendió todo. Hay muchos invitados… el saxo barítono en «El juego» lo aporta Marcelo Garófalo que es una especie de dios del saxo. Toca en orquestas típicas de jazz, es docente y también toca con La Renga… ¡y está en nuestro disco!
—¿Y Ricardo Mollo?
—En realidad le fui a pedir que me ayude con la producción artística de Transformación pero como está grabando los siete discos de Divididos de nuevo me dijo que no podía ponerse otro proyecto al hombro. Igual me aclaró que me iba a ayudar con las guitarras. Empezamos a escuchar las demos y me ayudó a grabar todas las guitarras. Me cedió dos de las suyas, me enseñó a grabarlas, me hizo como una especie de guitar doctor… un aporte de alta calidad. Le pasé un tema, «Sonido plateado», para que toque arriba. Lo hizo y fue una maravilla. En el estudio estábamos todos diciendo: «Esperá, no te vayas que hay otro tema». Aceptó y tiró «El Conquistador», que la rompe toda. Parece que el destino estaba trazado para que él meta lo suyo ahí, para que apareciera su guitarra.

—¿Cuál es el mejor tema del disco para vos?
—A mí el que me ceba es «Ojos del mañana».
—Justamente ahí hablás del concepto de transformación, algo que no aparece mucho en el disco. El tema dice «transformo mi pasado, por eso estoy vivo». ¿Qué quisiste decir?
—La palabra transformación sale de tres temas. Uno de ellos no está en el disco y los otros dos son «Ojos del mañana» y «Niña de metal», que dice «para los santos, vida es transformación». Justamente estaba leyendo unas máximas del yoga, una disciplina que hago hace diez años, y decía que una de las cosas que te hacen vivir mal es pretender cambiar el pasado. En mis canciones digo todo lo contrario. «Ojos del mañana» es bastante desafiante… eso es lo me gusta. Su título habla del futuro pero el tema habla del pasado y dice que está vivo. Creo que es un tratado metafísico, un tratado del tiempo, de la temporalidad. No hay forma de estar parado en el presente sin visualizar el futuro y de alguna manera estudiar el pasado. Amo la historia, para transformarla hay que estudiarla. «¡Estoy vivo!», grito en la canción. Tener la necesidad de gritar que estás vivo denota una desesperación. Me excita cómo quedó el riff pesado y gritar: «¡estoy vivo!»… es muy liberador.

Agenda

Palo Pandolfo y La Hermandad presentan Transformación este sábado 16 de julio en la Usina del Arte (Caffarena 1, esq. Av . Pedro de Mendoza, La Boca). La entrada es gratuita y se retiran hasta dos (2) localidades por persona desde dos (2) horas antes de cada espectáculo en la boletería de la Usina del Arte.
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