Lecturas Obligadas
Los 35 años de “Doble vida”: parte de todos
Celebramos un nuevo aniversario del cuarto álbum de estudio de Soda Stereo
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Magalí GiuntaA fines de los 80, el panorama del rock latinoamericano era muy claro: Soda Stereo se había consolidado como su banda más convocante. La Gira Signos -con la que presentó su tercera placa publicada en 1986- produjo un estallido a nivel continental lo suficientemente grande como para conquistar la edición N° 28 del Festival de Viña del Mar. En febrero de 1987, el trío venció al temido monstruo y fue galardonado con la codiciada Antorcha de Plata. Sumado a esto, la transmisión televisiva hizo que el concierto se expandiera por innumerables países y que se desatara el fenómeno que se popularizó como Sodamanía. De aquel tour nació -en noviembre de ese año- Ruido blanco, LP que registra el imbatible sonido sodero en vivo. Sumidos en esta realidad atractivamente vertiginosa, Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti estaban listos para subir el siguiente peldaño en sus carreras.
Si bien los músicos habían pactado descansar un mes luego de aquella desgastante gira, Gustavo no pausó su máquina creativa y puso manos a la obra en el estudio montado en su hogar, el 4° “B” de ese edificio ubicado sobre la calle José Hernández, en el barrio porteño de Belgrano. Así, comenzó a bosquejar algunos sonidos que, más tarde, mutarían en Lo que sangra (La cúpula), En la ciudad de la furia y En el borde, grandes representantes del repertorio. En plan de hacer de este trabajo algo descomunal, capaz de superar el éxito ya alcanzado, viajó a Nueva York con su novia de aquel entonces, la diseñadora Belén Edwards, para comprar algunas guitarras y equipos. Pero, también, sucedió un encuentro tan inesperado como determinante para el flamante proyecto. Cerati se cruzó en una disquería con el guitarrista puertorriqueño Carlos Alomar, reconocido por haber trabajado con figuras de la talla de Paul McCartney, Mick Jagger, David Bowie, Iggy Pop y James Brown y, sin dudarlo, le entregó un demo con algunos de esos temas en potencia. Más allá de que Alomar mostró interés en asociarse con Soda, CBS Argentina -la compañía con la que el grupo tenía contrato- expuso algunas restricciones económicas para llevar adelante el proyecto. Gustavo, firme en su decisión de hacer equipo con el boricua, realizó complicadas negociaciones para financiar sus honorarios y llevar a cabo la grabación en Estados Unidos. La banda completa regresó a la Gran Manzana con un cronograma exigente pero, a la vez, desafiante: quince días para ensayar y un mes para grabar y mezclar. Fueron secundados por su production manager Oscar Sayavedra y por Daniel Sais, tecladista y productor artístico que había colaborado en los discos previos. Luego de atravesar tensiones, diferencias y confluencias propias de una banda de rock consciente de su tamaño e influencia, el 15 de septiembre se lanzó Doble vida. Con una fuerte presencia de la música afroamericana, el funk, el soul, el disco, el R&B, y el rap -este último gracias a la participación del propio Alomar en En el borde-, el tracklist está sellado por tres poderosos hits.
En la ciudad de la furia aterrizó en julio para adelantar, de forma majestuosa, el nuevo sonido propuesto por Soda. En la letra de una de las canciones que, quizás sin buscarlo, se convertiría en uno de los temas más representativos del rock hispano, Gustavo jugó a darle vida a Argos, aquel superhéroe medieval que dibujaba en su infancia imaginado por él mismo. Su aura gótica, entre oscura e inquietante, fue musa de un video que la refleja a la perfección. Dirigido por Alfredo Lois -al frente de la puesta visual de la banda desde sus inicios-, con la dirección fotográfica a cargo de Félix “Chango” Monti -destacado por su labor en La historia oficial, película ganadora de un premio Oscar- y dedicado a la memoria de Roberto Cirigliano -agente de prensa fallecido pocos meses atrás en un accidente de tránsito mientras estaba de gira con Los Enanitos Verdes-, registra a la agrupación tocando en lo que hoy es el Club Museum, sala de conciertos ubicada en el barrio de San Telmo. Mientras, la imagen de un anciano que parece recordar a su yo joven encerrado en una celda y caminando por pleno paisaje urbano es el otro protagonista, situación que se entremezcla con distintas postales de la capital porteña. Las tomas aéreas fueron filmadas por un helicóptero cedido por la Dirección General de Turismo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y el filtro blanco y negro utilizado, que vira a un tono azulado, está en línea con la portada del LP. La presentación oficial del clip se hizo el 29 de junio del año siguiente en la discoteca New York City. Los múltiples reconocimientos que logró el single hablan por sí solos de su enorme trascendencia: alcanzó el puesto N° 48 de “Las 100 mejores canciones del rock argentino” por la revista Rolling Stone Argentina en 2002, el puesto N° 1 de “Los 10 mejores videos musicales del rock argentino” por La Nación en 2011 y el clip resultó finalista en los premios MTV.
Lo que sangra (La cúpula) se difundió en octubre, ya con el álbum acumulando un millón de copias vendidas. Con el solo final firmado por el mismísimo Alomar, su magnético riff y su estribillo coreable le han otorgado el título de himno de estadios. En cuanto al significado de la letra, hay tres versiones que los propios fanáticos han forjado. La primera tiene que ver con los privilegios de la fama, sostenida en frases como “La escalera en espiral hacia la cúpula”, y que los Soda conocían cada vez más de cerca. La segunda, centra su sentido en una relación romántica, con la línea que sentencia “Es amor lo que sangra”. La tercera, y que ha ganado más preponderancia en el último tiempo, asegura que el sencillo fue la forma que encontró el grupo de desahogarse tras el trágico recital brindado en la disco Highland Road de San Nicolás de los Arroyos en mayo de 1987, en el que hubo cinco muertos y más de cien heridos debido a un derrumbe. La frase “Cruje tu nombre en las paredes, si sé que esperas no podré dormir. Te rescataré” es prueba de este sentimiento angustiante.
Corazón delator se liberó en enero del año siguiente. La pista N° 7 del álbum es una de las baladas por excelencia de Soda Stereo. Empapada de new wave y neopsicodelia, intersecta la inspiración literaria con los tormentos de una relación sentimental para regalar un impecable viaje sonoro de cinco minutos. “Es el tema que más se emparenta con ‘Signos’ y es el más romántico del álbum también. La historia parte de un cuento de Edgar Allan Poe, donde un corazón delata a una persona que mató a otra. En este caso, la escribí pensando en que mi corazón me delata cuando veo a la persona que amo”, contaba Gustavo en una entrevista.
El arte de tapa es otro elemento clave que construye la identidad del disco. La foto fue tomada en el barrio de Monserrat, más precisamente en la esquina de Diagonal Sur -Av. Hipólito Yrigoyen y la calle Bolívar- es decir, al costado del Cabildo. Y, para agregar más mística a la producción, hizo su debut el nuevo logo de la banda realizado por la artista plástica Tite Barbuzza.
Antes de insertarse formalmente en el mercado, el álbum fue presentado en el club The Tunnel de Nueva York en julio de 1988 y, seis días después, la banda asistió al Club Palladium neoyorquino para la fiesta de lanzamiento de MTV Internacional, que buscaba captar a la audiencia hispanoparlante. El siguiente paso fue emprender la Gira Doble vida: Cerati y los suyos dieron veinticinco shows en México y tres en Colombia, más una parada en el icónico Hollywood Palace de Los Ángeles. Ya en Argentina, fueron invitados al programa televisivo Badía & Cía donde tocaron cuatro temas y, en diciembre, llegó el esperado concierto en la cancha de Hockey de Obras Sanitarias. Luego de interpretar Wadu wadu en el homenaje al recientemente fallecido Federico Moura en La Casona de Lanús y de encabezar el Festival Cinco Años de Democracia -en el cruce de las Avenidas del Libertador y 9 de Julio- ante 250.000 personas junto a Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Los Ratones Paranoicos y Man Ray, entre otros artistas, el tour siguió con treinta recitales a lo largo del país. El cierre se dio el 23 de enero de 1990 en el marco del Derby Rock Festival, con sede en el Estadio Vélez Sársfield y una grilla compartida, nada más y nada menos, que con Tears For Fears.
Doble vida abrió las puertas a la madurez definitiva de Soda Stereo. Tras renunciar a su contrato con Ohanian Producciones, los músicos fundaron Triple Producciones e incorporaron en sus filas a Juan José Cerati, padre de Gustavo, y a su manager Daniel Kon. Aunque parecía que la banda había llegado al punto más importante de su trayectoria, los años siguientes demostrarían lo contrario: su techo estaba aún muy lejos de ser alcanzado.