Allá por los primeros años 2000, el público amante del rock y la prensa mundial compartían unánimemente una pregunta casi existencial: ¿Quiénes serán los nuevos salvadores del rock? Rápidamente ese mote mesiánico recayó en The Strokes, y detrás de ellos una fila de bandas catalogadas oportunamente con la etiqueta de “garage rock revival” acaparó el negocio de la música. La necesidad de una nueva escena de alcance mundial, luego del auge y descenso en los 90 del grunge en Estados Unidos y el britpop en Gran Bretaña, situó a The White Stripes, The Hives, The Vines, The Libertines, Arctic Monkeys, Yeah Yeah Yeahs y los mencionados The Strokes, en una misma bolsa lista para llenar el changuito de compras.
Más de una década después de aquel momento, la muerte y resurrección del rock es simplemente otra de las tantas fábulas que se cuentan en el mundillo de la industria musical. Y si hay alguien que sabe de muertes y resurrecciones, ese es Iggy Pop. El “autentico chico salvaje” de Detroit –ciudad que albergó aquella mítica escena original de bandas garage en los 60– deambuló durante los albores del nuevo milenio por producciones discográficas que no hicieron honor a su nombre, pero sí caracterizaron parte de su vasta trayectoria cargada de altibajos.
Se puede afirmar que Iggy ahora está en un punto alto de su subibaja creativo, con la salida del celebrado Post Pop Depression, su más reciente disco, que contó con Josh Homme en la composición y producción, y la colaboración de Matt Helders y Dean Fertita para la grabación. Este último trabajo significó una nueva gira mundial para La Iguana, que lo trajo nuevamente a tierras argentinas en el marco del Festival BUE, donde se encargó de demostrar, a modo de curso acelerado para las nuevas generaciones, cómo se brinda un show de rock.
El comienzo del recital fue con una patada directa a los dientes: la rabiosa “I Wanna Be Your Dog”, que de entrada lanzó a Iggy debajo del escenario para acercarse al público y saludarlo. La banda que lo acompaña en este tour, compuesta por Kevin Armstrong en guitarra; Seamus Beaghen en teclados y guitarra; Ben Ellis en bajo; y Mat Hector en batería, de inmediato atacó con “The Passenger” y “Lust for Life”, y el público enloquecido, entre saltos y empujones, supo conservar intactos sus vasos llenos de cerveza.
“Five Foot One”, “Skull Ring”, “1969” y “Real Wild Child” funcionaron sólo como los conectores de los pasajes conformados por los temas de su etapa de trabajo con David Bowie: “Sixteen” y “Some Weird Sin” no se salieron de la corrección y se apegaron a la norma de las versiones originales, pero cuando fue el turno del segmento The Idiot las interpretaciones alcanzaron un nivel superior y desarrollaron su propia personalidad. “Sister Midnight”, con un Iggy en su clásico registro de barítono, que tan bien desplegó en la experiencia crooner de Préliminaires como en su último disco, empezó a generar la espesura necesaria para que “Nightclubbing” –contorsiones mediante– y sobre todo “Mass Production”, con su cuelgue cíclico de sonidos fabriles, cambiaran el mood del concierto y la algarabía se convierta en trance y tensión.
Luego de retirarse por unos segundos, Iggy y su banda volvieron para tocar una perla: “Repo Man”, tema creado para la película homónima de 1984. La Iguana hizo subir al escenario a los fanáticos y la situación se puso ruda cuando estos, al copar la parada, sujetaron por demás el torso curtido del cantante, que tuvo que pedir calma (“Take it easy!”) mientras el personal de seguridad se violentó.
Fotos: Christian Pettinicchio
El show siguió con un set compuesto casi en exclusividad por clásicos de The Stooges: “Search and Destroy” no tuvo la mugre necesaria y quedó a mitad de camino; después sonó una versión de “Gardenia”, con arreglos a cargo de Beaghen (la única canción de Post Pop Depression de la lista, elección seguramente determinada por el contexto de festival); “Down on the Street” y “Raw Power” se acomodaron al sonido áspero que las caracteriza, mientras que “Loose” y una muy lograda lectura de “No Fun” a cargo de la guitarra potente de Armstrong, no mostraron fisuras.
Se volvieron a ir, pero sólo para regresar y tocar un tema más: el éxito de Brick by Brick, “Candy”. La falta de los coros de Kate Pierson le quitó fuerza a la canción, que igualmente fue cantada por todos, dando muestra de su carácter de hit indiscutible. El show terminó, pero Iggy se quedó sólo en el escenario por unos segundos más, luego bajó nuevamente para saludar al público en la valla –esta vez con mayor recaudo–, y a los saltos, se retiró. No paró un instante. No lo hace desde hace más de cinco décadas. Iggy sigue y sigue, y el resto lo ve –lo escucha– y aprende.
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