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Joy Division y la apuesta por un oscuro minimalismo

Tras la muerte de Ian Curtis, los integrantes de la banda decidieron, no casualmente, ir más allá y zambullirse en la New Wave y la nueva escena alternativa de los ’80.

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Tal y como se sostuvo en el artículo anterior acerca de la vanguardia postpunk y su voluntad por encarar una renovación estética del proyecto contestatario, Joy Division refleja un caso particular en ese proceso no solo por lo efímero de su duración en relación con las potencialidades que demostraba, sino también porque, tras la muerte de Ian Curtis, el resto de los integrantes decidieron, no casualmente, ir más allá y zambullirse en la New Wave y la nueva escena alternativa de los ’80.
Efectivamente, Joy Division incluyó en su propuesta novedosas líneas melódicas, inusuales conceptos rítmicos (incluyendo elementos normalmente asociados a la música de baile), el intercambio de los roles tradicionales del rock entre la guitarra y el bajo, el uso de sintetizadores y cajas de ritmos, dando como resultado un sonido premeditadamente minimalista capaz de crear una atmósfera densa y oscura en sus oyentes. Una energía desafiante que se presiente como una sombra en el pulso de la canción, pero que nunca se manifiesta explícitamente.

Probablemente, esa atmósfera sea producto también de una emocionalidad contenida, algo tan extremo y desesperado como en el grito que no se oye en el cuadro de Munch. Allí se encuentra parte de la identidad de Joy Division: Ian Curtis, con voz de barítono, manifestando toda su expresividad pero alejado del histrionismo que caracterizaba a los rock stars del período anterior. Los instrumentos, tocados sin demasiados arreglos pero con cierta intensidad, compartían la sencillez propia de las primeras bandas punk aunque sin esa estridencia.

Por otro lado, el uso de los teclados con algunas reminiscencias del krautrock facilitaba la sugerencia de ritmos bailables que abrieron paso a repeticiones obsesivas de dos o tres acordes, al modo de una versión tímbricamente más austera y electrónica de los Velvet Underground, una influencia crucial para la banda. De tal modo, no era inocente que en su estética abundaran los tonos grises con invocaciones a la moda en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo, la manera de presentarse en vivo ofrecía una puesta en escena que rehuía cualquier artificio común en otras bandas de la época. Con la excepción del extravagante modo de bailar de Curtis (que se asimilaba a los movimientos convulsivos propios de la enfermedad que padecía), Joy Division prescindía de cualquier teatralidad que distrajera de la atmósfera oscura que construía: la inexistencia de juegos de luces, de humo y de diálogos con la audiencia daban cuenta de ello. Aunque pareciera una improvisación, se trataba de una cuidadosa actuación que buscaba manifestar la inexistencia de cualquier elemento de performance.

En cuanto a sus crípticas letras, las temáticas versan entre referencias marginales que Ian Curtis hace de su enfermedad (por ejemplo en “She’s Lost Control”) y cierta poesía urbana. Sin dudas, Joy Division se alejó de la denuncia social para dar lugar a referencias literarias, y es posible rastrear allí ese elemento identitario del rock que es la autenticidad: de acuerdo con la definición de las relaciones del arte con la modernidad que establecen autores como Gautier y Baudelaire en el siglo XIX, el «artista moderno» debe atender a lo que sucede a su alrededor para ser capaz de captar el espíritu de su tiempo.
Así, el postpunk en general y Joy Division en particular, rescataron esa herencia legada por los Beatles –quienes forjaron el proyecto estético del rock sesentista a partir de la articulación de elementos de la cultura popular y de la “alta cultura”– a partir de una nueva apuesta que, si bien adoptó el minimalismo que el movimiento punk le imprimió a la música rock, permitió el ingreso de sonidos e instrumentos novedosos representando, de tal manera, la oscuridad y la decadencia que predominaron en la Europa de finales de los ’70 y comienzos de los ’80.

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