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Primal Scream en el Music Wins: la banda del sol psicodélico se adueñó de la noche

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El show de Primal Scream en el Festival Music Wins fue un muestrario perfecto de su música y la variada paleta de colores que maneja su líder, Bobby Gillespie, para crear distintos paisajes que van desde el rock garagero y sudoroso, al house pastillero de Madchester, pasando por el soul más groovero que pueda lograr un chico paliducho de Glasgow. Todo embebido por una psicodelia post-moderna que tiene al sampler como su mejor aliado.

En esta ocasión los británicos visitaron suelo argentino con una formación reducida, lo que le quitó cierto vuelo para los momentos más épicos de las canciones: mucha pista disparada y coros pregrabados, que anclaron los temas a las versiones de estudio cuando fue necesario, algo que Gillespie y el guitarrista Andrew Innes se dedicaron a quebrar a través de cuotas de desprolijidad y desfachatez escénica. Esto se notó desde el comienzo con “Movin’ On Up” y se profundizó en los pasajes de Chaosmosis, como en “Where the Light Gets In” y “100% or Nothing”, con el guiño pop cediéndole el lugar al nervio rockero.

Fotos: Christian Pettinicchio

Un riff ganchero a lo Small Faces por aquí para “Jailbird”, o un ritmo machacante de krautrock por allá para “Shoot Speed/Kill Light”, así de heterogéneo es un recital de Primal Scream; van y vienen –como Gillespie en el escenario– por distintos caminos sonoros sin solución de continuidad. La delicada “Damaged” tuvo a Kurt Vile de invitado en guitarra y un Bobby que recurrió a sus yeites de cantante trasnochado para mostrar su costado más vulnerable, mientras que Martin Duffy, detrás de los teclados, se encargó de las capas burbujeantes en el trip dub de “Higher Than the Sun”.
El pulso marcado por el bajo de Simone Butler en “Swastika Eyes” fue el mapa de una pista de baile corroída por el noise de la guitarra de Innes. “Just what is it that you want to do?”, la pregunta que puede ser el inicio para cualquier fiesta tuvo su respuesta en los cantitos de la gente que hicieron sonreir a Gillespie (sonrisa que nunca se le vio en su última visita a Buenos Aires, en el marco de un gélido Pepsi Music): “Loaded”, el clásico del imprescindible Screamadelica, fue el trance y el ruego de toda una generación que resignificó la súplica de libertad de tiempos pasados (igualmente necesaria en el presente) en una nueva plegaria que signa la angustia contemporánea: “I don’t wanna lose your love!”.
Para el cierre subieron un par de cambios y arremetieron con el hit de spot publicitario “Country Girl”, al que el baterista Darrin Mooney enganchó apuradamente –los tiempos del festival acortaron varias listas de temas y la de Primal Scream no fue la excepción con el recorte de “Come Together” de su set– “Rocks” (nuevamente con Vile de invitado), esa otra canción infaltable en cualquier noche de juerga.
Bobby Gillespie y los suyos nuevamente mostraron su versatilidad musical y su sano ejercicio de rock desprejuiciado arriba del escenario. Chicos que sin duda escucharon los discos y leyeron los libros correctos. Chicos que siempre hicieron lo que quisieron: ser libres y pasarla bien.