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Oasis en Buenos Aires: today is gonna be the day

La banda se presentó el 15 y 16 de noviembre en el Estadio River Plate

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En agosto del año pasado, los fans del britpop recibieron una noticia que impactó de lleno en sus corazones: tras cumplirse dieciséis años de su escandalosa separación, Oasis anunció que su esperado regreso sería el 4 de julio de 2025. De ahí en más, la “Oasis manía” resurgió para despegar de forma meteórica. Luego de recorrer una ruta que los llevó por el Reino Unido, México, Canadá, Estados Unidos, Corea del Sur y Australia, finalmente, los hermanos Gallagher aterrizaron en Buenos Aires para brindar dos conciertos memorables el 15 y 16 de noviembre en el Estadio River Plate.

El clima desafió a la puntualidad inglesa. El recital del sábado empezó media hora antes por una amenaza de tormenta y, el domingo, una hora y cuarto después a causa de los fuertes vientos que corrían por la zona. Pero estos imprevistos no opacaron la fiesta britpopera, que fue inaugurada por un telonero a la altura de los acontecimientos. Richard Ashcroft, quien acompañó a sus amigos en el tramo de la gira por UK, colmó las expectativas del público local al contar que sería el encargado de calentar los motores en ambas fechas. Repartido entre el legado de The Verve y su faceta como solista, el músico paseó su inconfundible vozarrón por clásicos como Weeping Willow, A Song for the Lovers -solo presentes en el primer show como consecuencia de un setlist acortado por las condiciones meteorológicas-, Break the Night With Colour, The Drugs Don’t Work, Lucky Man y Sonnet para sellar su presentación con la infalible Bitter Sweet Symphony.

Cuando Fuckin’ in the Bushes comenzó a escucharse en el ambiente, sus acordes se mezclaron con el aliento de setenta y cinco mil personas cada una de las jornadas. Mientras el tema instrumental de Oasis por excelencia preparaba sus oídos para el impecable repertorio que empezaría a sonar en segundos, sus ojos fueron captados por las enormes pantallas que mostraban fotos de los protagonistas, comentarios en las redes sociales sobre el ansiado retorno y un mensaje contundente: “This is not a drill”. Y claro que no fue un simulacro. Los Gallagher aparecieron en escena tomados de la mano para que los locales pudieran inmortalizar con sus cámaras la foto que viene dando vueltas al planeta. Después de que Liam gritara “Oasis vibes in the area. Buenos Aires vibes in the area!”, tradujeron en lenguaje musical el saludo a su público favorito con la electrizante Hello. De ahí en más, ambas veladas fueron un collage perfecto en el que ninguno de los elementos esperados se quedó afuera.

Pogo. Morning Glory intensificó el agite del inicio haciendo valer su título de himno. Cigarettes & Alcohol llegó con un pedido expreso de Noel: que sus fieles seguidores se volteen y encaren una tarea para la cual muchos ya se habían preparado: darle vida al poznan, clásico festejo de los hinchas del Manchester City en el que saltan abrazados de espaldas al festejar un gol. “That was biblical, man!”, sentenció anonadado el hermano menor. Bring It On Down trajo una dosis necesaria de rock crudo y Rock ‘n’ Roll Star -dedicada el domingo a Sergio “Kun” Agüero, presente en el lugar- puso a los ídolos y al fandom en una misma piel que hizo temblar al barrio de Núñez.

Frescura. Some Might Say invitó a bailar al ritmo de aquella musicalidad alegre que disfraza una letra melancólica. Fade Away fue espejo de una niñez mancuniana llena de sueños. Roll With It trajo al presente aquella efervescencia juvenil que desató la famosa batalla del britpop pero que, en este 2025, se vivió como una verdadera fiesta tanto en el campo como en la platea.

Cercanía. El bloque a cargo del mayor de los Gallagher fue tan íntimo como emotivo: Talk Tonight –“dedicated to the ladies”, tal como enunció-, Half the World Away– joya que obliga a cantarse de principio a fin- y la enorme Little by Little lo pusieron de cara a un Monumental que lo iluminaba con un sinfín de estrellas artificiales creadas por sus celulares y que pronunciaba su nombre en loop como muestra de agradecimiento eterno a su obra. D’You Know What I Mean?, en la voz de Liam, impactó con su sonido magnético y con un estribillo que entra en diálogo directo con la audiencia: “Toda mi gente aquí, ahora mismo”.

Emoción. Acquiesce -al unir las voces de Liam y Noel-selló la hermandad Gallagher, la que comenzó esa noche con la entrada conjunta al escenario y culminó con un abrazo más simbólico que expresivo. Stand by Me fue coreada de punta a punta por el canto sostenido de una muchedumbre que no tenía frente a sus ojos a los jóvenes rockeros en 2D del icónico videoclip sino a los actuales de carne y hueso, quienes fueron capaces de atravesar décadas con este hit intacto a cuestas. Cast No Shadow -canción dedicada Richard Ashcroft, tal como lo recordó Liam- mandó al frente el lado más empático de la dupla. Whatever, portadora del infaltable guiño beatlero hacia el final con Octopus’s Garden, puso a la multitud en modo karaoke.

Solos memorables. Supersonic hizo vibrar al estadio con su guitarra magnética y su letra llena de imágenes. Champagne Supernova lo abrazó con esa aura de tranquilidad en sus cuerdas, la cual estalló con los fuegos artificiales dorados que colorearon el cielo y colocaron punto final al concierto.

Hits. Slide Away fue una bomba que desató adrenalina y sensibilidad en partes iguales. Live Forever, clásico atemporal reclamado fervientemente por la masa, contó con un homenaje bien argentino: hacia el final, la pantalla central fue inundada por la imagen de Diego Maradona. The Masterplan envolvió las palabras de Noel en su sonoridad misteriosa y reafirmó la sentencia de que Oasis puede hacer de un álbum de B-sides una verdadera colección de números uno. Don’t Look Back in Anger, con su magia perpetua, logró que la voz de The Chief y de todo River se amalgamaran en una. Wonderwall demostró, una vez más, que es capaz de seguir cumpliendo el capricho de sus autores: mantener al britpop en la cima del mundo.

Durante dos horas exactas, los fanáticos se entregaron en cuerpo, voz y alma a la banda de sonido de sus vidas. Uniformados con distintos modelos de remeras que gritaban “Oasis” y con sus cabezas techadas por los pilusos que son marca registrada del Gallagher menor, se unieron en un sentimiento colectivo que esta pausa en la actividad de la agrupación no debilitó, sino todo lo contrario. De pocas palabras -y, en el caso de Liam, en un inglés un tanto indescifrable- los astros británicos forjaron esa conexión a través de un cancionero que no sabe envejecer y que es su pasaporte indestructible para cada vez que quieran volver a pisar suelo nacional. Acá los esperamos.

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