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“Don’t believe the truth”: el renacer rockero de Oasis

El sexto disco de la banda cumple 15 años

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El 30 de mayo de 2005 Oasis editaba Don’t believe the truth, su sexto álbum de estudio. De la mano de un sonido potente, la banda de los Gallagher rompía con tres años de silencio. Su vertiginoso ascenso a la fama, iniciado en 1994 y que la consagró como un ícono indiscutido del britpop, la llevó a transitar por los caminos del rock clásico, el pop y la psicodelia. Ahora, la flamante placa proponía una vuelta a sus raíces rockeras a pura fuerza de guitarras. Tras la salida de Alan White de la formación, fue necesario reemplazarlo con un baterista a la altura del reto. El puesto lo ocupó Zak Starkey, hijo del legendario Ringo Starr. Sin haberlo planificado, los hermanos cumplían el sueño de tener sangre Beatle en su agrupación.

Al encarar este nuevo trabajo, Noel decidió no monopolizar las composiciones y dar espacio al resto de los integrantes del grupo para crear su música. Así fue cómo, de las once pistas que conforman el setlist, cinco llevan su firma, tres la de Liam, dos la del bajista Andy Bell y una la del guitarrista Gem Archer. Pero el mayor de los Gallagher, en honor al apodo que lo bautizó como «The Chief», hizo sentir su peso al ser de autoría propia los tres cortes de difusión.

Unos días antes de lanzarse el LP se divulgó Lyla, simple que alcanzó la posición N°1 en el UK Singles Chart. Con los acordes iniciales, Oasis dejaba en claro cuál sería la impronta de su material pronto a estrenarse. El hit se complementó a la perfección con un video en el cual la protagonista alucina con ser parte de una fiesta en la que los invitados llevan máscaras venecianas y los mancunianos están al mando del show.

En agosto llegó el turno de The importance of being idle, elegida como mejor canción de 2005 según la revista Q Magazine. Noel le pone voz a un tema que posee grandes influencias rítmicas de The Kinks y The La’s. Según él mismo reconoció, la letra es autorreferencial. La línea que enuncia: “supongo que sólo soy perezoso”, reafirma el concepto de este himno que en su nombre reivindica al ocio. El clip -que cuenta con la actuación del galés Rhys Ifans y de los propios miembros de Oasis- narra la historia de un hombre que se prepara para su propio entierro y, su estética en blanco y negro, acentúa el carácter lúgubre del relato. La producción recibió un Premio NME por «Mejor video del año.»

El tercer single, publicado en noviembre y que llegó al segundo puesto en la lista de sencillos del Reino Unido, fue Let there be love. El video es una recopilación de imágenes pertenecientes a los conciertos en Hampden Park y en el City of Manchester Stadium que la banda dio en el verano de 2005. Casi como una contestación a Guess God thinks I’m Abel, tema en el cual Liam escribe y canta “Podrías ser mi enemigo, supongo que todavía hay tiempo. Te persuadí para amarte, ¿es eso acaso un crimen?” el último track del CD -con ambos Gallagher frente al micrófono- encubre en su lírica romántica un estribillo que es espejo del título y que bien podría aplicarse a su reñida relación fraternal: “Dejemos que haya amor”. Pero, fieles a su estilo, las buenas intenciones quedaron sólo en palabras bonitas.

Gracias a su anteúltimo álbum, Oasis emprendió una de sus giras más importantes alrededor de los cinco continentes en la cual tocaron para más de 3.2 millones de personas. El registro de este tour se inmortalizó en el documental Lord don’t slow me down. Las seis millones de copias que vendió el disco alrededor del mundo confirmaban que los ingleses sumaban una nueva conquista a su lista de éxitos.

 Aún cuando los predecesores Standing on the shoulder of giants y Heathen chemistry no tuvieron una recepción del todo óptima tanto por parte de la crítica como de los fanáticos, los Gallagher volvían al ruedo con un producto que, en su denominación, buscaba desafiar a la prensa que les auguraba una carrera en decadencia y que tildaba a su vínculo de irreconciliable. Con el lema de «no creer la verdad», Oasis demostraba que seguía ocupando el trono que supo ganarse más de una década atrás. Pero la predicción mediática no era errada: Don’t believe the truth sería la antesala del fin.