Los chicos de Stranger Things crecieron, y esta vez están de vacaciones en el verano de Hawkins, la ciudad en la que ocurren hechos sobrenaturales. En ese marco luchan contra monstruos que salen de otras dimensiones, descifran mensajes encriptados de agentes rusos, se comunican con walkie- talkies, consiguen trabajos de verano y se enamoran cual adolescentes corrientes.
La tercera entrega de una de las series originales de Netflix más populares y cool de todos los tiempos, es un tomo más de acción, suspenso, terror, comicidad, emoción con un plus de romance, que deja abierta la puerta a una nueva temporada de esta combinación clave. Con homenajes a películas de Sci-Fi y terror cuyos intertextos se vieron ya desde la primera parte, (tales como E.T, Poltergeist, Señales), Stranger Things se posiciona como una serie de culto creada en el mundo milleniall.
Los productores de este éxito de pantalla chica, The Duffer Brothers, sí que saben escribir material para empoderar a la mujer desde un lugar de heroína o “badass” como suelen llamar a Eleven, la protagonista interpretada por la increíble Millie Bobby Brown. Ella tiene poderes mentales, a modo de una especie de telequinesis que le permite mover objetos con la mente a gran escala y dar batalla a todo tipo de criaturas espeluznantes, haciéndolas polvo. También le da lugar a su co-protagonista, Joyce Byers, interpretada por Winona Ryder, quién es igual de implacable y feroz al momento de pelear contra las fuerzas del mal; y Nancy Wheeler, quien con su testarudez descubre el secreto que se devela una vez avanzada la serie en la página de Netflix.
Estos detalles, la música de los años 80´, la combinación de las parejas que se forman, la vestimenta, la tecnología, las marcas de época y los valores de amor, fidelidad, valentía y amistad que refleja la serie hacen que se trate de una escenografía bien pensada y en diálogo con algo más que sólo momentos de adrenalina. Vale la pena verla.
