The Rolling Stones inició septiembre anunciando una nueva era en su inagotable historia. Tras esconder pistas en los diarios británicos Islington Gazette y Hackney Gazette y proyectar la tapa en lugares emblemáticos de París, Nueva York, Berlín, Tokio y Ciudad de México, confirmó que Hackney diamonds -su vigésimo cuarto álbum de estudio- estaba en camino. Los rockstars dieron una memorable entrevista en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon ante cientos de fanáticos y eligieron la ocasión para estrenar Angry, el primer single. Ahora, le llegó el turno a Sweet sounds of heaven. La canción cuenta, nada más y nada menos, que con la participación de Lady Gaga y de Stevie Wonder.
El mítico piano de Stevie marca el ritmo mientras las voces de Mick Jagger y de la diva del pop le dan cuerpo a una poderosa balada. Este impresionante combo logró que el tema ya se palpite como uno de los favoritos del tracklist. El sencillo, firmado por Jagger y Richards, tiene su inspiración en la naturaleza. El frontman se encontraba en su casa londinense una tarde soleada y el sonido de las hojas crujiendo y del viento soplando entre los árboles activó su chispa creativa.
Ambos artistas ya habían trabajado con sus majestades satánicas: Lady Gaga cantó Gimme shelter en el tour de 50 & counting en 2012, versión incluida en GRRR live album. Wonder, por su parte, fue parte del American Tour -fechado en 1972- y participaba usualmente en el medley de Satisfaction y de Uptight.
El disco tendrá doce canciones de las cuales dos fueron grabadas por el inolvidable Charlie Watts. “Llegamos a hacer un disco que realmente amamos. Estamos encantados con él y esperamos que ustedes también lo estén”, contaron los ingleses. Asimismo, Keith Richards sumó que “arrancamos en diciembre en Jamaica y compusimos ‘Angry’, que fue la canción que más nos llamó la atención” y, sobre la ausencia de Watts, confesó que “todo es diferente desde que él se fue, lo extrañamos mucho.”
Hackney diamonds saldrá a la luz el próximo 20 de octubre. No quedan dudas de que será una prueba irrefutable de que el legado de los Stones no conoce de límites.
