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Lecturas Obligadas

Sid Vicious: sobre el punk, el anarquismo y la ausencia de futuro

Hoy se cumplen 62 años del natalicio de Simon John Ritchie, mejor conocido como Sid Vicious, bajista y corista de los Sex Pistols entre 1977 y 1978, poco antes de fallecer. Sin dudas, se trata de una de las figuras más importantes de la primera ola punk, un movimiento cuya afinidad política de orientación explícitamente anarquista ha sido su característica dominante.

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En menos de tres años, con un puñado de canciones arrojadas violentamente en sus presentaciones, los Sex Pistols patearon el tablero de los principios tradicionales de la música popular, obligando a periodistas, técnicos y al público a adaptarse a una coyuntura en que la ruptura de las bases que hasta entonces habían regido el mundo occidental tuvieron su correlato en la música popular masiva y la industria cultural. Sus fundamentos estéticos estaban basados en el profundo rechazo de los jóvenes frente a un Reino Unido que dudaba cada vez más de su futuro, que no tenía lugar para ellos. En ese contexto, no es extraño que esos fundamentos estén fuertemente atados al presente, aun a riesgo de consumirse frenéticamente la vida. Esa fue la decisión que Sid Vicious tomó.

Los Sex Pistols fueron la expresión de la generación que recibió el impacto del fin del progreso y el declive de la cultura británica y occidental. El punk nació en y producto de las condiciones sociales, políticas y económicas que moldearon un nuevo orden global y neoliberal. La exclusión, la crisis económica, el desempleo, la falta de posibilidades de realización personal, la desigualdad, el racismo, el autoritarismo y la injusticia fueron los elementos que dieron forma a los principios éticos del movimiento punk desde mediados de los ‘70. Por otro lado, es posible que sus fundamentos estéticos sean producto de una sedimentación de sonidos y discursos de protesta presentes en el jazz, el blues y el folk.
Sid Vicious: el fundamento de una vida tormentosa
El sustrato común de todas las bandas que conformaron la escena fueron el descontento, la necesidad de expresar su opinión a través de una ética “do it yourself”, sin depender de la industria cultural, ideas antiautoritarias e inconformismo, y un interés marginal por la vida y el futuro. Ese sustrato tuvo distintas derivas, que en muchos casos implicaron acciones colectivas, concretamente políticas; y en otros, la adopción de caminos individuales empedrados de excesos autodestructivos. Esos caminos eran muy breves y transcurrían en una vida tormentosa.
Durante su breve pero caótica participación en los Pistols, Sid conoció a quien se convertiría en su pareja y manager, Nancy Spungen. Empujados por el mercado y la industria cultural a ser jóvenes estrellas de rock, ambos entraron en una destructiva relación dependiente del uso de drogas duras. A causa de la muerte de Nancy, el 12 de octubre de 1978, Sid fue arrestado y acusado de asesinato, aunque tiempo después fue puesto en libertad provisional. Sin embargo, fue condenado posteriormente por asalto y se sometió a un programa de rehabilitación en la prisión Rikers Island. Para celebrar que su joven hijo de 21 años había salido de la cárcel, su madre le organizó una fiesta. En aquella fatídica fiesta, Sid Vicious murió de sobredosis.

El anarquismo como síntesis y argumento
Otra de las derivas, de carácter más orgánica, fue la vinculación de fans y artistas con el anarquismo a través de una interpretación original de esa ideología. Por un lado, las influencias musicales del punk provienen fundamentalmente de los EE.UU. Entre mediados de los ‘60 y mediados de los ’70, The Velvet Underground, MC5 (una banda políticamente comprometida con convicciones anarquistas), The Stooges y, posteriormente, New York Dolls y Patti Smith comenzaron a dominar la escena. La imperiosa necesidad rotuladora de la prensa de rock los calificó como garage, glam o street rock; un sonido que fue, sin dudas, la influencia principal de las primeras bandas punk de Nueva York. Es posible que esa incipiente escena haya sido intuitivamente anarquista, aun cuando carecía de conexiones con el anarquismo y sus organizaciones (una caracteriza propia del punk de los ‘80).
En definitiva, puede pensarse que esa vinculación del punk con el anarquismo se dio bajo determinadas pautas: a través de la adopción de la «anarquía» como una táctica de choque para proyectar una postura peligrosa y atractiva; a través de la influencia contracultural hippie y vanguardista (y su deseo de cambiar el mundo); y a través de una necesidad práctica de bricolaje, que asumía la producción y la comercialización de las obras de forma autogestiva ante la falta de interés inicial de la industria cultural. Esa vinculación se manifestó como reacción frente a la represión ejercida por el Estado y la sociedad, y como rechazo a los partidos políticos que son parte de un sistema que juzgaban decadente y opresor.
Sin embargo, a pesar de la identificación del punk temprano con ciertas cualidades anarquistas, no existían aun fundamentos político-ideológicos concretos, por lo cual la escena, que era bastante difusa e inconsistente, se vio absorbida rápidamente por las compañías discográficas. Una línea política anarquista más explícita en el punk se puede rastrear en el surgimiento del subgénero «anarco-punk» y el “hardcore punk”, que surgieron como radicalización hacia fines de los años 70, y alcanzaron el clímax a mediados de los ‘80.
En el Reino Unido, el punk precipitó un interés popular creciente por el anarquismo. Las condiciones económicas, sociales y políticas contribuyeron en ese sentido, fundamentalmente en los jóvenes de clase media y trabajadora que sufrían los embates de proyectar un futuro consumido por la incertidumbre. De tal manera, el surgimiento de cientos de bandas punk en el Reino Unido -y la consolidación de su deriva anarquista- dinamizaron espacios contraculturales que, a su vez, influenciaron directamente a escenas posteriores. El punk surgió como estilo musical y también como forma artística, que le permitió a esos jóvenes británicos trazar líneas de acción, interpretar la realidad a su alrededor compartiendo maneras de pensar y de expresarse, y les permitió también encontrar su lugar en un mundo que los segregaba. Muchos de ellos, inmortalizados como íconos, quedaron finalmente en el camino.

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