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Gibraltar: Noches de verano en cualquier estación

El pub o public house cuenta con centenaria raigambre en las Islas Británicas. El modelo, con mayor o menor éxito, fue reproducido en muchas ciudades del mundo con repercusiones dispares.

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“Solo me he enamorado de una botella de cerveza y del espejo”.
Sid Vicious
 
El pub o public house cuenta con centenaria raigambre en las Islas Británicas. El modelo, con mayor o menor éxito, fue reproducido en muchas ciudades del mundo con repercusiones dispares. Es que no solo se trata de recrear la barra dentro del saloncito de madera sino de pensar en otros ritos de sociabilidad y otra distribución del tiempo.
Buenos Aires, ciudad cosmopolita y multicultural, cuenta con circuitos de pubs de estilo clásico en San Telmo y en el centro y, de formato más contemporáneo, en Palermo. El público que los visita es variado, se reparte por igual entre extranjeros y locales a quienes unifica el deseo de la pinta helada y la buena música.
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Fotos Martin Yapur

Adentrarse en alguno de ellos con ojos nuevos, dispuesto a disfrutar de la escena y el contexto suele ser una curiosa experiencia. No por lo original, porque la idea del pub también nos acecha desde el cine y los libros sino por cómo estos lugares se van mimetizando y engarzando en nuestros barrios típicos y conquistando nuestros hábitos cotidianos. Si bien por estos lares no proliferan coreografías como la de los oficinistas de Happy Hour de Housemartins, sin dudas la cebada predispone a la felicidad post trabajo.
Gibraltar, en San Telmo, es uno de los exponentes clásicos. La arquitectura respeta los estándares con mucha madera, algo de oscuridad y buena oferta de cerveza. Sobre la barra hay un entrepiso montado cual biblioteca que le otorga calidez e intimidad y remite a un invierno de los que casi ni se recuerdan por estas latitudes. Se puede beber cerveza tirada o en botellas. Las eternas ales, claro, son de la partida. También el Malbec y algún otro vino, estrella local indiscutida en este milenio.
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En la tv siempre hay deportes, como si la pantalla estuviera reservada al divertimento masculino. La comida, si bien no es sofisticada, ofrece platos un poco más completos que los habituales tentempiés para seguir bebiendo. Para quienes mantienen su fidelidad por la carne, hay preparaciones con legítimo roast beef argentino que, según parece, compite en calidad con el de las islas.
Una nota aparte la constituyen los cuadros de batallas ubicados en las paredes. San Martín cruzando los Andes es una de los más pintorescos. La temática le confiere esos tiempos inmensos que otorga la historia, tal vez aporta una gallardía naif y hasta ocurrente que no pasa desapercibida por los visitantes. Se suma el plus distintivo de las lámparas y el reloj.
No es indispensable insistir con la poderosa sinergia que existe entre el alcohol y la música pero, ¿qué otro comentario podría ser más pertinente luego de haberle querido susurrar Karma Police al vaso mientras, adentro y afuera, la noche se volvía omnipresente?
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