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System Of A Down en GEBA: Hombres y engranajes

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Armenios metaleros. Pese a que no cuaja con el modelo clásico del Heavy Metal, à la Iron Maiden, el sonido de System Of A Down (SOAD) tiene una fuerte raigambre metálica, con tintes de nü metal, hard-rock y hasta sonoridades arábigas propias de la genética armenia que une a los cuatro integrantes del grupo. Todo esto se despedaza por mil partes arriba de cada escenario que pisan desde 1994 cuando comenzaron como una banda juvenil sin rumbo aparente hasta que el éxito de Toxicity (2001) los catapultó a las primeras planas de los canales de música y rankings mundiales. Aunque su último disco de estudio tiene ya diez años, Hypnotize (2005), nunca dejaron de tocar. Ayer miércoles fue el turno de su visita a la Argentina y el club GEBA fue el escenario de un recital de casi dos horas de duración en donde repasaron gran parte de su discografía. 30 canciones y muchas al hilo, en clave punk, que evidenciaron que pese a no entrar hace tiempo en los estudios, SOAD es una banda que sigue vigente.
A las 21.25, luego de que Deftones rompiera el hielo de la noche a puro metal oscuro, SOAD sale al escenario y el público se vuelve loco. Incluso mujeres, símil believers, enrojecen sus gargantas gritando por Serje Tankian, voz cantante, como si fuera un ídolo teen. “I-E-A-I-A-I-O” abrió el setlist, desatando el primer pogo furioso de la noche. Todos coreaban como hipnotizados, como un trance dispuesto por la guitarra vertiginosa de Daron Malakian, el bajo slappeado y denso de Shavo Odadjian y la batería a doble bombo desenfrenada de John Dolmayan. Con un Serje movedizo, vestido muy casual de jean y campera canguro, la banda daba lo mejor de sí: una maquinaria de engranajes bien aceitados que se lucían pese a algunas imperfecciones sonoras del estadio. Cada tanto pasaba un tren, por la vía lindante del San Martín, y quedaba enmudecido por la ametralladora de SOAD que luego siguió con “Suite-Pee” y “Attack”, de su último disco.

SOAD canta en primera persona del plural (“nosotros”), como si fueran portavoces de un malestar social que convierten en música. Por momentos destilan odio y disconformidad y, por otros, esperanza. Malakian toma la voz principal en más de un tema y se luce. No desentona al lado de Tankian quien también es un eximio cantante, pasando de registro barítono a tenor con mucha facilidad. Da gritos guturales bien propios del género para luego crear voces hiper-agudas que podrían ser sacadas de un dibujo animado. Toxicity, su disco emblema, suena casi entero. Momentos de arpegios y prolijidad vocal fusionada con acordes rabiosos en “ATWA” o velocidad de guitarra/bajo/batería casi hardcore-punk en “Needles”. “Prison Song” se corea junto a los más grandes hits de la banda:“Chop Suey” y el tema que da nombre al disco (con Chino Moreno de Deftones en voz). Más de uno saca su celular para inmortalizar el momento. Generación 3.0.

Tankian relojea. Mira su reloj pulsera dos veces en diferentes momentos del show e intenta disimular el gesto. ¿Tiene miedo de no cumplir con el tiempo pactado? ¿Se quiere ir? Al menos eso último no parece mientras exige su garganta al extremo en “Psycho” y Malakian muestra otra vez sus dotes de cantante en “Lost In Hollywood” y “Lonely Day”. Cada tanto Tankian se cuelga la guitarra, eléctrica y acústica, o toquetea un sintetizador. Sin embargo, se lo ve, la mayor parte del tiempo libre de instrumentos, abocado al canto e interactuando con el público que no para de corear. De pronto, Malakian inicia un feliz cumpleaños (Happy birthday to you!) para Shavo. Este, gordo, pelado, con apariencia de un hiphopero rudo del Bronx, se tapa la cara con su gorra, ruborizado, mientras todo el estadio lo saluda por su natalicio. Los gigantes también tienen sentimientos.
Cerca del final, a las 23 pasadas, suena “Vicinity of Obsenity”, una joya del último disco que tiene momentos bien pesados y otros casi de candombe, exponiendo esa peculiar mezcla que distingue a SOAD del resto de las bandas del género. Sus raíces cumplen un rol central a lo largo de su obra tanto en sus letras, muchas de ellas contestatarias y comprometidas, como en la experimentación musical. “Forest”, de Toxicity, es casi como un tema de Pantera, pesado y oscuro junto a la voz distintiva de Tankian. “Cigaro” fue otro de los hits que se hizo desear para los fanáticos pero llega casi al cierre, con esa batería incesante y los dos bombos de Dolmayan sacando chispas. Casi a la medianoche, “Sugar” cierra el setlist del segundo acto de SOAD en la Argentina (su última visita había sido en 2011). Una letra ácida, contestataria, y un ritmo ecléctico, con la guitarra de Malakian llevando las riendas del tema que pone fin la noche y deja a la audiencia más que conforme, expresando su opinión en gritos y aplausos incesantes.

Dolmayan revolea sus baquetas (ocho en total) mientras el público evacúa GEBA sede Jorge Newbery aún masticando lo vivido. SOAD dio muestras de un potencial sonoro casi maquinal, sin frenos; demostrando que su animalidad esta viva. Hombres y engranajes que conviven en un ensamble musical que, bajo el paradigma de lo pesado, juegan a correr los límites de géneros todo el tiempo de forma natural. Mientras tanto, la gente huye en búsqueda de una escapatoria. Muchos se debaten entre la resignación en una eterna fila de colectivo o la estafa de un taxista que pretende cobrarles el viaje al triple de su valor. Otros hombres. Otros engranajes.

Fotos: Tomás Correa Arce

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