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Death Cab for Cutie: el goce de estar triste

La descripción de rigor refiere que Death Cab for Cutie es una banda de indie rock americano, o alternativo en su variante emo, formada en el remoto estado de Washington, sede del grunge, en el año 1997.

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Fríos inviernos, veranos breves y ciudades de baja densidad poblacional parecen garantía, al menos en lo que respecta a la música, de introspección y originalidad.
Recorrer su discografía impone analizar los modos en que se ha ido etiquetando, desde la prensa especializada y desde los fans, aquello que no encaja en las clasificaciones convencionales desde finales del siglo XX hasta la actualidad.

En sus inicios, la banda era casi un aka del compositor Ben Gibbard, guitarrista de Pinwheel, quien usa ese nombre para presentar el demo de You Can Play These Songs with Chords (1997). Recién cuando recibe una respuesta positiva de la discográfica, Gibbard convoca a Chris Walla (guitarra), Nick Harmer (bajo) y Nathan Good (batería) a sumarse al proyecto. Juntos graban el álbum debut Something About Airplanes (1998) que se caracteriza por sus piezas hermosas, plenas de poesía opaca y notas melancólicas recorridas por la voz diminuta de Gibbard.
El disco logra éxito de crítica y público, también desata redundantes polémicas tales como: ¿son el verdadero indie? ¿o exceden el rótulo y traen renovación? Lo cierto es que, sin atascarse en la dialéctica, DCFC usa ese rumor como impulso y graba su segunda producción We Have the Facts and We’re Voting Yes (2000), que consolida el mecanismo que preanunciaba el primero en cuanto a equilibrio entre lirismo y slowcore. En ese mismo año, se lanza el EP The Forbidden Love con Michael Schorr en la batería en reemplazo de Good quien decide abandonar al grupo.

El siguiente trabajo, titulado The Photo Album (2001), tal vez resulte recurrente, quizás parezca apenas una táctica para  transitar la distancia que los separa de la consagración. Conserva intacta la emoción pero se despoja de sus rasgos experimentales para adoptar tópicos pop.
Tras otro cambio de baterista en el que se incorpora Jason McGerr, aparece Transatlanticism (2003), récord de ventas de la banda. Cálido, legítimo, tan lleno de climas que algunos de sus temas integran el soundtrack de series como The O.C y Six Feet Under y películas entre las que se encuentran The Wedding Crashers y The Puffy Chair.
En honor a su ingeniero de sonido, sacan The John Boyd EP (2004) con el que se despiden de Barsuk para pasar a Atlantic. El primer single que conciben desde el nuevo sello es Soul Meets Body, anticipo de Plans (2005). Si algo connota a Plans es que le da protagonismo al piano y las letras se repliegan hacia la tristeza. Sin duda es un regreso a la oscuridad pero con expertise.

En simultáneo se lanza un DVD documental llamado Drive Well, Sleep Carefully (2005) dirigido por Justin Mitchell que contiene fragmentos de shows y entrevistas a los músicos. Está rodado en 16 mm y lo atraviesan diálogos acerca de la itinerancia que demandan las giras y el proceso creativo.
Luego, inspirado en las canciones de Plans, se gesta Directions (2006), un vídeo álbum al que se convoca a artistas de todo el mundo. Se van colgando uno a uno en la web, once videos y dos bonus: Jealousy Rides with Me and Talking Like Turnstiles. La previa alimentó  expectativas, para algunos era un síntoma del agotamiento de DCFC que buscaba estrategias para reinventarse, otros lo interpretaban como una experiencia fabulosa acerca de la transversalidad de las disciplinas artísticas. No era novedoso, la estética de ropas, clips y cubiertas, supo ser un plus que manejaron con destreza al momento de comunicar su introversión.

A posteriori llega Narrow Stairs (2008), una semana después de su irrupción en las radios ocupa el puesto 1 del Billboard Top 200, se trata de un obra eficaz, de sonido prolijo y riesgo dosificado, con el que recorren los shows televisivos americanos. “It’s like a book elegantly bound / But in a language that you can’t read just yet”, anuncian desde los acordes introductorios de I Will Possess Your Heart.
Tres años transcurren hasta la salida de Codes & Keys (2011). En el intervalo, Gibbard deja el alcohol, se compromete y se casa con Zooey Deschanel e incluso comienza a presentir el epílogo de esa relación. Es un retorno a la belleza pero sin candor, con la conciencia que confiere la adultez. El EP Keys & Codes Remix, que lo reversiona, no siempre deviene en propuesta de discoteca, a veces suena a tarde de playa.
Zooey se va con sus ojos celestes y su humor desquiciado y también prepara la partida Chris Walla, guitarrista y productor de la banda. La resultante de esos desgarros es Kintsugi (2015), con sus confesiones y su transparencia. La dimensión poética sigue intacta, la depresión post divorcio de Gibbard la potencia. Cuenta con canciones bailables como Good Help (Is So Hard To fine), baladas de relojería al estilo Little Wanderer y hasta apologías al bajón como You’ve Hunted Me All My Life.
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Ellos se encargan de difundir que se define al Kintsugi como el arte japonés de arreglar roturas de piezas de cerámica con barniz de resina y polvo de oro, así se exaltan las cicatrices y se ornamienta la pieza. Esto se vincula con la aceptación de la imperfección que nos hace únicos. No esconder la herida ni envanecerse en la derrota para permearse de brillo en el camino. Es la despedida de Walla, una entre tantas como acontece en las bandas de trayectoria dilatada pero no una más.
Por fin, Than You For Today (2018), sorprende a los DCFC en plena metamorfosis sonora, preguntándose por el paso del tiempo y explorando un hoy que no está exento de contradicciones como lo evidencia Near/Far. Es probable que el compendio de lo que pretenden decir esté contenido en “The curtain falls to applause and / the band plays you off, the band plays you off”. Si basta, o no, con un despliegue de sintetizadores para que se trate de synth pop o electro pop es algo que queda para los tagueadores de turno.
A lo largo de su carrera, los DCFC supieron desplazarse sobre la línea limítrofe que separa a los hacedores de gemas de las promesas incumplidas. Puede que esa sea la virtud que los convierte, para sus seguidores, en fieles traductores de la apatía y el desconsuelo de toda una generación.
En noviembre estarán por primera vez en Argentina en el marco del Personal Fest, será también el primer tour por Sudamérica. Un buen momento para develar incógnitas.
 

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