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Vitico: «Los contemporáneos míos están gordos y pelados, o son muy boludos»

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Compañero férreo del guitarrista argentino más amado por B.B. King y bibliotecario de ese legado inabarcable, se mantiene guarecido en una hermosa casa blanca del Delta y usa el bajo para reafirmar un discurso dominante que muy pocos ponen en discusión. Un guardián de las escenas con motos, rutas y camperas de cuero que se hace llamar Vitico y que, junto a sus secuaces, busca refrescar parte de la historia del rock mientras construye una nueva entrada con el nombre de su banda: Viticus.
Hoy hablar de Pappo es hablar de Vitico porque, según sus propias palabras y las de quienes los han visto tocar, no hay otra banda como Viticus para interpretar a Riff y para mantener esa llama viva. Con formación renovada, ya que su hijo Nicolás dejó el grupo para dedicarse a su carrera solista, la banda de “El Canciller” se presentará el 17 de octubre en el Teatro Vorterix y convertirá el Día de la Lealtad Peronista en el Día de la Lealtad al Rock. Su enriquecedora experiencia en tierras británicas, contrapuntos pasado-presente, risas contagiosas e imitaciones de Pappo en el teléfono permiten entender por qué Vitico es un hombre tan alabado y querido, que en esta nota abre sus libros para Ultrabrit.
Esos años en los que te fuiste a Europa y anduviste coqueteando en algunas zapadas con The Who y Bad Company. ¿Como fue esa experiencia y qué te llevó a viajar tan lejos?
-En principio aquí estaba de presidente Onganía y el solo hecho de tener el pelo largo era un inconveniente. Y el soñar con llegar ,donde en principio yo creí que era el origen del rock, a buscar algo a un lugar donde uno suponía que estaba lo mejor. Estuve, la primera vez, casi un año y medio viviendo en Inglaterra y realmente fui un admirador del idioma inglés. Porque es fascinante que uno en diez palabras dice lo que en el castellano son cien, y agregándole cierta cuota teatral con la entonación, un inglés bien hablado puede ser música para mis oídos. Desde que llegué hasta que pude hablar un inglés razonable pasó como casi un año (risas) hasta que empecé a entender, lo disfruté muchísimo más; tuve suerte. Bah, no sé si suerte o constancia porque hacía una audición una vez por semana a través de Melody Maker, un periódico que tenía clasificados en los que se solicitaban músicos. Yo iba y era gracioso porque tocando salía todo muy bien pero hablando no entendía nada. Después, surgió la cuestión de Pat Hartley (actriz), que vivía con su marido Dick Fontaine (cineasta, documentalista) y a los que mi mujer les cuidaba un chico. Fontaine había hecho una película a la cual le puso la música Pete Townsend. A raíz de eso llegué a un estudio, en el que la primera vez que fui con el bajo no me dieron bola, donde The Who estaba grabando Quadrophenia. La segunda vez, que fui sin el bajo, Entwistle dejó el suyo sobre el escritorio, me hizo señas, fui y cacé el instrumento y zapamos como cuarenta minutos. Me queda algo que es como un hijo para mí: haber tocado con Keith Moon. He tenido la suerte de tocar con buenos bateristas, pero como ese, nunca; alguien que podía poner todos sus problemas mentales en los palitos de la batería. Igual estábamos todos medios locos. Me acuerdo que ese día estaba muy contento porque le habían llegado unos gong, fue una zapada muy divertida. Eso me lo quedo en la memoria. Al año me di cuenta que yo no era inglés. Por más admiración que tuviera al movimiento que había surgido en Gran Bretaña, me di cuenta que no pertenecía a ese lugar. Lo mejor que podía hacer era volver a mi país y aplicar todo el conocimiento que aprendí. Afortunadamente me encontré con Pappo y ahí me dijo (pone el tono de Pappo a través del teléfono) “Victor, vamos a hacer una banda de rock en serio” y el resto es historia. Todo lo que aprendí allá no se puede explicar, pero es cómo tiene que sonar una banda.
-Varias veces se dijo que Riff se creó porque sentían que el rock no estaba bien representado en el país. ¿Qué sentían poder ofrecer que los demás artistas no brindaban?
-Fijate una cosa: desde Porsuigieco en adelante… y en ese momento que el rock era Serú Giran, sin hacer ningún juicio de valores, todo lo que digo es que lo único que te acabo de nombrar no es rock. En todo caso es música pop, no es que no sea buena; no estoy abriendo ningún juicio de valor. Pappo pensaba exactamente igual. Entonces, cuando hicimos Riff, la gente empezó a saltar e hicimos sacar todas las sillas de Obras, cuando tocábamos ahí, porque la gente sentada no puede ver rock; sentados podían ver a todos los otros que hacían cosas misteriosas. Hay un antes y un después de Riff, porque a partir de ahí vienen una cantidad de bandas ¿por que? Porque empieza a haber rock, como es en realidad. Y también siguió lo otro. Ahora estamos en un momento parecido a aquel, por eso el sábado que vamos a tocar y cae 17 de octubre lo llamamos Día de la Lealtad al Rock.
-¿Cuál fue la receta que los hizo destacar y mantenerse en un ambiente muchas veces complicado? ¿Cuál fue la piedra fundacional que les sirvió de base?
-Yo supongo que las ganas y la calidad nos mantuvieron. Nosotros cuando salimos ya contamos con el hándicap de Pappo, pero con un estilo totalmente diferente. Nos pasaban en un programa que estaba los sábados al mediodía y eso era como una bomba atómica. Ahí se abre una nueva corriente que había desaparecido y te voy a contar por qué: Billy Bond hizo un Luna Park, creo, y como no había nadie en la parte VIP, en lugar de hablar antes y hacer pasar a la gente en ese lugar de manera organizada los hizo pasar en el medio del recital, la gente tiró el alambrado y a partir de ese quilombo los militares llamaron a los pibes que hacían música y les pidieron que hagan música suave. Y nosotros de música suave no teníamos nada. Todo nos tiró en contra, parecía una carrera de obstáculos. Porque si tocábamos en San Miguel la policía acorralaba la estación y no dejaba bajar a la gente, entonces seguían hasta la otra estación y llegaban caminando; así fue todo con Riff. Si estaba de moda Serú Girán, Daniel Grinbank decía que al que compraba Riff no le vendía más a Serú Girán. Contra todos esos inconvenientes fuimos remando y pasando. A lo mejor, la piedra fundacional era el que nos pusieran tantos obstáculos, porque nos daba ganas de voltearlos.
-Hoy, décadas después, con un contexto mucho más abierto a las bandas nuevas pero en donde la capacidad de asombro parece esfumarse y la cultura de masas convierte a la música en algo casi descartable, ¿creés probable que el efecto que Riff causó -convertirse en una banda simbólica, de gran convocatoria- vuelva a presentarse en un grupo nuevo?
-Todas las condiciones de aquel momento son absolutamente distintas a las de ahora. Había un gobierno militar y, a parte, toda la música venía siendo suave; lo nuestro fue como una explosión y la gente reaccionaba como tal. Cuando vos haces rock bien hecho das una energía que la gente la toma y te la devuelve por un lado, pero por otro lado tiene que expresar de alguna forma. ¿Y sabés como se expresaron? Subiéndose a la silla para bailar. Y no es que tuvieran ganas de romper cosas, es que estaban viendo por primera vez en Argentina algo que sonaba igual a lo de afuera.
-Viticus lleva 13 años de vida, un buen arsenal de discos y un público hiper fiel que busca recordar a Pappo pero que también se encuentra expectante de cara al futuro. Además, hace poco se sumó Gastón Videla, el jóven del grupo. ¿Cómo te llevas con las nuevas generaciones musicales?
-Mirá, yo me llevo bien con los chicos con los que toco, son mucho menores que yo. Los contemporáneos míos están gordos, pelados o viven de glorias pasadas, o son muy boludos. En realidad, las ganas que tienen los jóvenes es lo más interesante porque tienen la misma edad que Pappo y yo cuando empezamos. Si vos hace treinta años la pegaste y si después no hiciste nada más que valga la pena, cada loco con su tema; no es mi caso. Yo toco una o dos veces por mes como mínimo. Los pibes con los que estoy tienen ganas. Yo toqué la gloria con Riff pero me sigue gustando que la banda suene bien, como tiene que sonar. Y la única banda que puede hacer temas de Riff, y que suene como Riff sin Pappo, es Viticus.
-Hasta hace poco tiempo, Nico Bereciartúa, tu hijo, formaba parte de Viticus. Y junto a la presencia de Sebastián, tu sobrino, la banda quedaba como una extensión de los Bereciartúa que se abre al público en general. ¿Qué te llevó a elegir, más allá de sus capacidades técnicas y que Nico haya tocado en Riff, a los integrantes iniciales de Viticus dentro de tu familia? Algunos músicos arman bandas con familiares y cuando se pelean en la casa esos conflictos se trasladan a la banda, pero ustedes parecen manejarse muy bien.
-Acá no hubo ningún conflicto; o si lo hubo no lo voy a ventilar. Lo que sí, estamos todos más contentos ahora: Nico está más feliz, pudo hacer su disco, algo más distinto a lo que es Viticus. Entonces, encontrarlo a Gastón, que tiene 22 años y al que le pregunté “¿Querés entrar al infierno por la puerta grande?”, y que a parte canta muy bien, nos abre unas posibilidades que son diferentes, porque se amplió la posibilidad de hacer temas como, por ejemplo, «Sucio Y Desprolijo» que lo pueden ver online. Antes no lo podríamos haber hecho. Acá tenemos otras cosas en las que seguimos adelante porque lo principal es que todos tengan ganas de hacer lo mismo. Si uno cambió en ese momento, antes de grabar, todo bien. El problema es que venga uno, grabe un disco y después se vaya. Y si bien el año pasado fue de zozobra porque se fue una pieza fundamental, además de la relación padre-hijo, este año que venimos tocando con Gastón sentimos que todo suena mejor y que tenemos las voces más trabajadas. Por supuesto que el sábado que viene vendrá Nicolás a tocar algún tema.
-El 17 de octubre van a estar tocando en Vorterix, en una de las fechas políticas más especiales que tiene el país. Hace poco te nombraron Ciudadano Ilustre de Tigre y sos “El Canciller”… ¿qué opinión le merece la mezcla de política y música, sobre todo con el revuelo que se levanta cuando algunos músicos “confiesan” la simpatía por alguno de los proyectos que gobiernan el país?
-Yo no quiero juzgar a nadie, pero para mí, que soy disidente porque no estoy de acuerdo con ningún gobierno, el rock tiene que mantenerse ajeno a las cuestiones políticas porque lo principal es sonar bien. Si leés algunas de mis letras de hace veinte años y algunas de ahora, sigo criticando lo mismo, las promesas no cumplidas, la corrupción que nos sale por los poros. No quiero tener nada que ver con los gobernantes, pero dan asco. Desgraciadamente, cada vez que vino uno tuve la ilusión de que todo fuese mejor, pero esto se parece a una Ley de Murphy. El fin de la política es el bien común y acá la política se tomó como si el fin fuera el beneficio propio.
-Imaginemos que el Teatro Vorterix es la Casa Rosada y tiene que salir a dar un discurso al balcón, que sería el escenario. ¿Cual será ese discurso de valores que se propondrá transmitir Viticus?
-Mientras yo viví en Inglaterra, todos los fines de semana me iba a ver una banda. Entraba de una forma y salía de otra mucho mejor; para mí, por lo menos con Viticus, lo que pretendo es que la gente se vaya mejor de lo que vino, con alegría. Con sentir el ritmo del rock en una banda que suena bien, en la que todos tocan bien, donde hay armonía por más simple que sea la música. Que la gente se ponga eufórica, en el buen sentido de la palabra, y en ese estado te sale mucha buena energía, como cuando te ponés contento con algo. Ese para mí es el fin del rock. La gente llega, ve algo y se pone tan contenta que después se va comentándolo más feliz de lo que vino.
-Y el recital no dura sólo las dos horas, durante la semana la gente se la pasa hablando sobre el show...
-Estuve en la presentación de The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd, y está en lo que queda de mi cerebro, también en la despedida de The Faces y me los acuerdo como si fuera hoy. También Led Zeppelin. Cada vez que iba me duraba toda la semana esa alegría y más sabiendo que al otro fin de semana iría a ver otra banda.
Vitico se presentará el sábado 17 de octubre en el Teatro Vorterix, Av. Federico Lacroze y Alvarez Thomas. Entradas desde $180.

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