En 1968, Kubrick produjo para la Metro Golden Mayers la película basándose en El Centinela, del autor Arthur C. Clarke, quien participó además como co-guionista junto al director.
La película comienza con una icónica escena inicial llamada el despertar del hombre, con unos monos en el desierto que descubren un monolito negro. Luego de esta secuencia se produce una enorme elipsis temporal, donde nos cuentan la historia de unos astronautas que se encuentran en el espacio junto con HAL, una máquina inteligente que pierde el control al querer realizar correctamente la misión para la que fueron enviados y sólo él conoce. Luego de asesinar a todos los astronautas menos a David, HAL es desconectado y David, quien ahora conoce la verdadera misión, se dirige a Júpiter a estudiar la señal de un monolito.
La película tiene muchos simbolismos, considerada filosófica y existencialista ha sido amada y odiada por igual a lo largo del tiempo. En internet podemos encontrar infinidad de páginas y vídeos explicando de qué se trata y cuál es su significado.
Destacada por sus efectos especiales, la película fue una referencia para las sucesoras del género y le valió un Oscar en esa categoría. Y es que Kubrick quería que todo se viera perfecto y por eso convocó a 25 técnicos de efectos especiales, además de contar con asesoramiento de expertos en el tema como Carl Sagan, entre otros.
Como broche de oro, además de ser impecable visualmente, la película cuenta con una banda sonora excepcional, entre la que se destaca “Así habló Zaratustra” de Strauss.
La película cuenta con innumerables referencias en la cultura pop, como capítulos de los Simpson y ahora a cinco décadas de su estreno, sigue siendo digna de ver y recomendar. Al estrenarse el film, Kubrick comentó que quería que la película fuera una experiencia subjetiva vivida intensamente. Creemos que lo logró.