«El último empaque que realicé para un álbum fue el robusto montón de cartón y papel que acompañó a In Rainbows, pero algo de esas características era totalmente inapropiado para este álbum, que es más un documento de una obra en progreso». A cinco años del lanzamiento de The King of Limbs, ninguna definición acerca de este período de una de las bandas más influyentes del planeta parece más acertada que la que salió de la boca del colaborador en el aspecto gráfico de la banda desde hace casi 20 años, Stanley Donwood, a pocas semanas del lanzamiento del disco.
Algo inconcluso, algo en desarrollo. Esa es la sensación que nos da el octavo álbum de la banda de Oxford al escucharlo ahora, luego de darle un buen tiempo de evolución. Aquel álbum, anunciado el 14 de Febrero de 2011 y colgado para su descargar a partir del 18 de Febrero -aunque esta vez, a diferencia de In Rainbows, el precio estaba fijado de antemano-, era solo el comienzo de un proceso: un conjunto de ideas desarrolladas hasta cierto punto. Si se permite el término, un esbozo de un álbum, aunque claramente no se trataba del primer borrador, sino de algo que ya había pasado por algunas transformaciones, juzgando por el sonido y la producción.
Como una especie de reacción rebelde al esquema de trabajo que venían manejando, esta nueva versión de Radiohead se sale de su zona de confort y se apoya en las computadoras como incubadoras de ideas. De la misma manera que trabajan artistas amigos de la banda -como Four Tet, Modeselektor o Flying Lotus por nombrar solo algunos- las ocho canciones que conforman el álbum, y el puñado de canciones extra lanzadas posteriormente, son el resultado de un arduo trabajo de recorte y pegado de elementos electrónicos y sonidos acústicos producidos por los cinco miembros de la banda, pero ya no todos juntos en un estudio, sino por separado. «Es un proceso inverso, pero toma vida de otra forma si lo interpretas en vivo», comentaba Yorke. Aunque normalmente se considera final la versión de un tema que aparece en una cinta, este material se encontraba a mitad de camino, con un largo camino evolutivo por recorrer.
La segunda fase de esta evolución llegó al enfrentarse a la necesidad de interpretar este álbum en vivo. «Es la parte aterradora … darte cuenta que has creado algo en el vacío, en una burbuja», revelaba Ed O’Brien. Si bien Radiohead ya tuvo que enfrentarse a emprendimientos similares en el pasado -por ejemplo, a principios de la década pasada cuando llevaron del estudio al escenario a los mellizos Kid A (2000) y Amnesiac (2001)- esta vez el material necesitaba algo más.
Un álbum tan apoyado en el aspecto rítmico y desarrollado en «laboratorio» hizo necesario afrontar la música de una nueva manera; las secuencias preprogramadas de Jonny Greenwood ya no eran suficientes si se pretendía liberar todo el potencial del álbum y darle cuerpo a los temas. Fue así como, a fines de junio de 2011, a Radiohead le creció una nueva rama, y revelaron que se encontraban trabajando con Clive Deamer, baterista y percusionista inglés conocido por su trabajo con Portishead y Robert Plant. «De cierta forma, yo soy la máquina», bromeaba Deamer en una entrevista. Lejos de generar tensiones en la formación de la banda, Deamer mantuvo siempre un perfil bajo y un estatus de invitado, de algo «transitorio» en la banda, otra alusión a lo inconcluso y pasajero. «Rápidamente acordamos [con Philip Selway] que esto no se convertiría en una batalla de dos hombres tratando de demostrar su masculinidad», aseguró en tono irónico en la misma entrevista, cedida al sitio americano The Stranger.
La primera encarnación de The King of Limbs tuvo lugar nada más y nada menos que en el Park Stage del festival de Glastonbury, en su edición de 2011. En el marco de un escenario diminuto para una banda de la talla de Radiohead y de un show con poca publicidad previa, la criatura lució por momentos un poco ajena y temerosa, angulosa e incómoda a pesar de los esfuerzos de los seis músicos sobre el escenario para hacerlo sentir a gusto – particularmente durante temas como “Little by Little”,“Separator” y “Lotus Flower”. Tomó un par de meses más -con mucho tiempo compartido en la sala de ensayo de por medio- para que ambas partes (la música y la banda) comiencen a fundirse, se suavicen los bordes, se aceiten las uniones y fortalezcan su relación.
Fueron, de hecho, ocho los meses que transcurrieron hasta que comenzó formalmente la gira promocional del álbum, pero la situación sobre el escenario era visiblemente distinta: permitirle al material crecer, desarrollarse y sentirse seguro tuvo el mismo efecto en la banda, que se animó no sólo a estrenar algunos temas que permanecen inéditos hasta hoy, sino también a desempolvar -y estrenar en vivo- temas del lado más oscuro de su catálogo, como los lados b “The Amazing Sounds of Orgy” y “Meeting in the Aisle” o “Treefingers”, el track instrumental incluido en Kid A.
Cinco años después de su lanzamiento – y con su sucesor pidiendo pista para aterrizar – The King of Limbs todavía sigue polarizando a los seguidores de la banda. Más allá del gusto personal de cada uno, lo que no puede dejar de destacarse es que nuevamente Radiohead apostó por explorar un terreno nuevo, y ahora solo queda ver qué se trajeron consigo de ese misterioso mundo.