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Entrevistas

O’Connor: «Me da bronca ver a Iorio así, porque yo le tengo cariño»

Haber formado parte de tres bandas y tener 13 discos de estudio bajo el brazo son estadísticas que no necesariamente impresionan a cualquiera. Pero haber sido la voz de la banda más grande que dio (y dará) el Heavy Metal argentino sí. O’Connor es parte de esa historia que nació como deseo, se consolidó como realidad…

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Foto: Christian Pettinicchio

Haber formado parte de tres bandas y tener 13 discos de estudio bajo el brazo son estadísticas que no necesariamente impresionan a cualquiera. Pero haber sido la voz de la banda más grande que dio (y dará) el Heavy Metal argentino sí. O’Connor es parte de esa historia que nació como deseo, se consolidó como realidad y hoy es un mito que se resiste a morir en miles de remeras y cantitos que pueblan cualquier recital en el que la distorsión es protagonista. Cuando entre fines de los 80 y principios de los 90 Metallica hacía del heavy metal un fenómeno imposible de soslayar, Hermética hacía lo propio a nivel local a fuerza de riffs machacantes, doblebombos salvajes, gritos desgarrados, letras crudas pero esperanzadoras y unos staccatos que todavía se clavan como puñales. Tres discos de estudio, seis años de vida y un final cargado de polémicas no alcanzan para explicar lo que fue y es Hermética para la historia del rock argentino.
Luego de la disolución, O’Connor, el Tano Romano y el Pato Strunz sumaron a Karlos Cuadrado y formaron Malón, para grabar dos discos de estudio en 1995 y 1996, reunirse fugazmente a principios de siglo y volver en 2011 para grabar DVDs en vivo y un nuevo disco que sale hoy a la venta. En el medio de los regresos, Claudio O’Connor dio vida en 1999 a su proyecto solista con el que mañana sábado pisará el escenario del Teatro De Flores. «Hay que cuidar el repertorio con respecto a la intensidad que se arma abajo. No podés cortar la intensidad cuando los de abajo están bailando, porque el pogo es un baile», anticipa Claudio O’Connor con ganas de repasar su presente y su pasado.
-Hace mucho que no grabás como solista, y en los comienzos eras muy prolífico ¿Cómo sigue O’Connor después de este show?
-Ahora queda culminar este año y ya meternos a darle bola a las canciones nuevas para grabar un disco el año que viene. Así que, nada, vamos a hacer lo de siempre, un show con mucho compromiso con lo que estamos haciendo, que no tiene que ver con el género ni nada, sino con el compromiso de generar que te distraigas, que te diviertas, que te vayas con tus amigos, que conozcas a alguien en el concierto. El compromiso es ese, no estamos para liderar campañas para la humanidad ni nada eso. A lo mejor nuestro concierto te aliviana un poco la cotidianeidad de ir a laburar,  y que digas «gracias a dios existen estos y no es todo una cagada». Después, si algunas palabras de las que acomodamos hacen que reflexiones en tu mundo interior, evolucionar espiritualmente, mejor. Algunos idolatran las letras, por ejemplo te dicen que es lo mejor de Hermética. No todas… y después, yo no sé si a esa poesía la repite otro se genera lo mismo que en el marco de una banda sonando como sonaba Hermética.
-Después cada uno hace lo que quiere con  la letra.
-Yo creo que lo más importante es generar una obra, subir al escenario, animarte a decir o hablar de determinado tema, o de ninguno. Una vez que llegaron a tus manos, las letras son tuyas y también de otro. Me parece interesante que sea ambigua porque sirve para que vos creas que yo estoy conectado con vos. Esto es lo que me pasó a mi o a un amigo, eso está bueno de la poesía, que no sea literal, que te identifique. En lugar de cantar “No tenemos laburo”, yo puedo hacer lo mismo desde lo espiritual, de no tener trabajo, de ser pobre o no. A mí no me gusta lo de «somos los negros, somos los grasas…» ¿Qué significa, que estamos en guerra? ¿Qué es ser concheto? Conchetos no son los que tienen plata, son los que viven de las marcas, son superficiales… y no hay muchos. Me parece violento eso de armar un grupo al que quieren pertenecer, y pasa eso de «este es mi lugar, mi club, y a todos nos gusta esto pero no te puede gustar lo otro». Entonces no podés hablar de lo que te gusta por miedo. Eso creo que atenta contra la libertad del ser humano.
-¿Pero no creés que el Heavy argentino ya se despegó un poco de eso?
-Yo fui a un boliche una vez, y sonaba un tema que aparentemente es dedicado a mí [hace referencia a «Triunfo» de Almafuerte], pero yo no me hago cargo. Nunca jugué al ajedrez con nadie, nadie me ganó a nada, ni yo a nadie. Y unos pibes se ponen a bailar adelante mío, un amigo fue a la barra a pedir que saquen el tema y yo dije que no, no voy a poner  condiciones para tomar algo acá. Cuando me voy, estos pibes que bailaban estaban ahí en la vereda, los miré y no me dijeron nada, cuando caminé una cuadra me empezaron a gritar.
 -Pero si Hermética se junta, ellos van a estar ahí cantando los temas y viéndote a vos.
-Dudo que eso pase, que se junte Hermética, al menos con Claudio O’Connor.
-Sin vos, Iorio, el Tano o el Pato, no tiene sentido.
-Ese ya no es mi problema. Dudo que eso pase. Yo no me puedo subir al escenario con una persona que arenga a que caguen a trompadas a los seguidores de la banda de su ex compañeros. La verdad, no puedo. A no ser que el cheque tenga muchísimos ceros y con eso me jubile [risas]. Lo dudo, artísticamente no tengo necesidad. Con Malón tenés una gran parte de Hermética, y tocamos canciones de Hermética. Por una cuestión de tecnología, suenan mejor ahora que en su momento. Sólo por una cuestión de tecnología, nada más. La verdad no siento la necesidad, no extraño ni nada. Fuimos muy maltratados, sobre todo yo. Y yo me subo al escenario para ser feliz.
-¿Te referís al maltrato luego de la separación?
-Venía de antes. Por ejemplo, que me llamen traidor. Ese tipo de insultos no los merecíamos. Y en todo caso, soy tan renegado que si quieren que sea eso, lo voy a ser.
-¿Nunca más volviste a cruzarte con Ricardo?
-Esto no sé si está bien que yo lo diga, pero cuando me lo crucé, él miró para abajo. Cuando, supuestamente, tendría que ser yo el que se escondiera ¿no? Hay un discurso de palo y confusión. Por un lado fuimos una especie de complot, como si fuésemos de la CIA, y por otro lado no existimos. De alguna manera, no sé de qué manera, hay una intención de tirarte piedras en tu casa. Eso es dañino para la gente que le gusta la música. Es deshonroso ante los colegas de otros estilos. Yo no soy egoísta, no quiero el mundo para mí solo. No quiero convivir solo con los que me adoran, y para que te crea ¿tenés que probar qué?… En el documental de Hermética yo fui muy golpeado. Dicen cosas cosas que no pasaron. Los egos, el dinero… nada que ver. El final de Hermética no fue de un día para el otro. Y lo jodido no fue que si vos ganás más o ganás menos, no fue «yo quiero hacer temas y vos no me dejás». Fue todo extra musical.
-¿Qué te pasa cuándo lo ves hoy en los programas de Casella o Etchecopar?
-Me da pena. Me da bronca porque yo le tengo cariño a él. Canté sus canciones y lo sigo haciendo. Ahora grabó un disco y en la versión de «Otro día para ser», sólo canta la parte que canta él, y eso lo tomo como una honra hacia mí. Si hubiéramos seguido juntos, no hubiese evolucionado en este personaje. En la época de Hermética era más coherente, mucho más humano. Por eso no fantaseo con volver. La verdad no, no me agrada en lo que se convirtió.  El peor daño lo sufrieron los seguidores, los posibles formadores de una nueva banda. Lo importante era incentivar a otros, que digan “mirá estos llegaron”.
-Como te pasó a vos en los 80.
-En el 85 me metí una banda a cantar, me empujaron mis amigos. Hacer heavy en Argentina… ¿cuánto iba a durar? En los 80 no había espacio, las puertas se cerraban, con Hermética eso cambió, pero el quiebre y la separación lo convirtió en otra cosa. Le hizo daño a la cultura del rock pesado. Creo que lo importante es el rock. No importa el estilo. Me crucé hace años con los Babasónicos en Mar Del Plata y me fui a verlos tocar, me saludaron uno por uno como si fuera el rey de España. El heavy es respetado por los demás colegas, ¿por qué nosotros tenemos que bardear a otros?
-¿Y sentís que el público tiene que cambiar sus actitudes?
-El público siempre fue grandioso. Desde otro lado se genera eso. Alguien los educó. Gracias a Dios no es la mayoría, pero te arrastran y a veces prefieren callar en vez de decir «esto no me gusta» o «si faltás el respeto, te vas a tu casa». Desde los medios y nosotros deberíamos hacer que este pequeño mundito sea mejor, una escena más divertida, más respetuosa. Yo renuncio al bastón, a la corona, que sea otro el Rey del metal, no me importa. Pero que el que lo agarre se haga cargo de una vez y que nadie le quiera sacar el sillón. La primera vez que subí a cantar en una kermesse, no había público rockero, excepto por 15 amigos el resto eran padres que fueron a comprar una torta. Hay que hacer de esto algo que no hiera. Empezar a tirar un poco de buena onda y desvalorizar todo lo siniestro.
-¿Cómo fueron tus años antes de Hermética?
-Hasta los 30 trabajé de operario en una fábrica, no tenía almacén ni negocio familiar. A los 30 tuve que decidir si una cosa o la otra. Al principio, tenía los hijos chiquitos, la tenía que remar. Ahora no es que tengo propiedades, pero no me puedo quejar. En un momento tuve que tomar esa decisión, tenía un sueldo seguro pero en un show ganaba lo que ganaba en una quincena. Entonces me dije «me tengo que dedicar a esto, no tengo que tener otra cosa porque si no después me va a costar más».
-¿Se puede vivir de la música?
-Sí, se puede. No es fácil, depende de uno. De la visión y el compromiso de uno. De decir «Me juego en esta y muero en esta». Yo tengo que dedicarme a esto nada más, porque la gente que me va a ver y compra los discos me ve como un personaje, y quiere eso, que sea lo único que hago. Mi laburo es esto, la gente paga entrada para verme.
 

O Connor – Enroscando al mundo