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JAKE BUGG en Vorterix: la demagogia de hacer las cosas simplemente bien.

El teatro Vorterix abrió sus puertas el jueves por la noche para recibir a cientos de jóvenes y algunos no tanto, para ver a quien ya superó la etapa de…

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El teatro Vorterix abrió sus puertas el jueves por la noche para recibir a cientos de jóvenes y algunos no tanto, para ver a quien ya superó la etapa de promesa. Algo que dejó claro a la largo de todo el show.
El entusiasmo se sentía en el ambiente. Buen anfitrión como siempre, el público dejo oír sus cantos llenos de ansiedad desde temprano. Olé, Olé, olá… Jake Bugg! Jake Bugg! se escuchaba en los minutos previos a la salida del muchacho que, junto a su guitarra y su prolijo folk-rock de muy personal estilo, llamó la atención de muchos argentinos en su primera visita al país, cuando se presentó en el Lollapalooza 2014 y que incluyó un segundo show en Niceto, sideshow del mismo festival.
Jake Bugg salió al escenario en medio de una ovación y una arenga generalizada, pero como intentando que su figura no supere a la música. Apenas un saludo y se dispuso a hacer lo que mejor hace. Se abrió paso por un setlist complejo en el orden, al que no le faltó algún altibajo en la primara mitad. Escueto en las palabras y sin armarse de la demagogia a la que apelan muchos de los artistas y bandas que visitan el país, con acústica en mano Bugg comenzó su show como si buscara unos instantes de intimidad. “On My One”, “The Love We’re Hoping For”, “Country Song” y “Simple As This” sirvieron de puente entre el joven de Nottingham y su gente, como para saludarse mutuamente luego de tres años.
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Ya con guitarra eléctrica y su banda en el escenario, con “Two Fingers” el asunto comenzaba a tomar otro ritmo. Recién con “Massed Up Kids” y “Seen It All” le imprimió mayor intensidad, para luego encarar un show de contrastes tan caprichosos como necesarios. “Love, Hope and Misery” es una gran canción y no podía faltar, pero con “Never Wanna Dance” llevó la rutina demasiado abajo por un largo rato. De todos modos nadie esbozaba una mueca de disconformidad sino todo lo contrario, ya que la conexión artista/público estuvo intacta en todo momento, apoyada en el carisma de un cantautor que no necesitó de grandes gestos ni de muchas palabras en ningún momento para recibir aplauso y canticos de arenga, hasta por momentos sentidas ovaciones.
Con “Bitter Salt”, “Trouble Town” y “Kingpin” la noche tomo intensidad nuevamente, arrancando una segunda mitad en la que no hubo espacio para los altibajos. Todo sería para arriba hasta casi el final. Siguió con “Taste It” y “Slumville Sunrise” a un ritmo arrollador, y a ésta altura de la noche  no quedaban cuerpos sin moverse, brazos en alto, un verdadero clima de fiesta.

Fotos: Christian Pettinicchio

Todo seguiría igual de festivo e intenso hasta que luego de “Gimme The Love”, y como darle una respiro a su público, decidió volver a ese momento de intimidad del inicio nuevamente con acústica en mano. Luego de los saludos de ocasión y la velada promesa de volver, con una muy sentida “Broken” acompañada de una multitud de celulares encendidos en alto, Jake Bugg comenzó a cerrar la noche. A la hora de la despedida, lo hizo con una impecable versión de “Lightning Bolt” que desató una nueva y gran ovación. Sin bises ni alardes de una falsa simpatía, el inglés brindó un gran espectáculo con un setlist que parecía estar diseñado a modo de desafío para un artista a quien lo único que le cuesta sobre el escenario es hablar. En algunos shows parece no ser necesario portar una bandera o una camiseta de la selección para seducir al público. Algunos, como Jake Bugg, eligen la demagogia de hacer las cosas simplemente bien.
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